Paisajes postelectorales para una Cataluña libre de virus

Tomás García Morán
Tomás García Morán EL LABERINTO CATALÁN

OPINIÓN

Lo más probable es una victoria secesionista comandada por Junts. Si no, un gobierno Frankenstein. Y la alternativa a esos dos escenarios es Illa en minoría o nuevas elecciones y más fatiga pandémica

13 feb 2021 . Actualizado a las 10:35 h.

Como ocurre en otros lugares del planeta, Cataluña no tiene solo el covid, que pasará y acabará siendo la famosa gripe. Pero el virus identitario, Cataluña first, será mucho más complejo de erradicar. ¿Qué tendría que ocurrir para que el mundo independentista, que gobierna la Generalitat desde las primeras autonómicas, abandonara la poltrona? Hasta noviembre pasado, esa posibilidad no existía. Lo más parecido a un gobierno unionista sería un Frankenstein mal llamado de izquierdas entre el pusilánime Iceta, el colacao Común y el tridente que forman Junqueras, Rufián y Aragonés. Este último, que ha pasado desapercibido en campaña pese a ser el actual presidente en funciones, tenía garantizada la presidencia antes de que Redondo y Sánchez le dieran el patadón para arriba a Iceta y lo sustituyeran por Illa. Pero todas las encuestas apuntan a que ERC se va volver a quedar con la miel en los labios. Junqueras quiere ser el Mandela catalán, pero va a acabar siendo el Poulidor español. Ya saben, aquel ciclista francés que quedó tres veces segundo en el Tour tras Anquetil y Mercks. En Cataluña, Anquetil es Convergencia y Mercks, el Caníbal, está encarnado por el apetito asesino de Redondo y Sánchez.

De acuerdo a las encuestas, a la foto finish llegan el PSC, Junts y ERC, con un triple empate en el 20 % de los votos, pero con tendencias preocupantes para Poulidor Junqueras. Illa ha frenado en campaña su crecimiento aunque sigue por delante. Junts sube como la espuma porque Puigdemont, Borrás y Canadell se mantienen en la dialéctica procesista del 2017. Y ERC continúa en curva descendente porque no está ni en la chicha indepe pata negra ni en la limoná de Iceta y Colau.

Las encuestas no sirven porque nunca antes habían coincidido tantas incertidumbres. A las dudas que plantea la pandemia, no está claro quién presidirá las mesas ni a qué hora habrá datos, porque no estamos en el oasis estival que salvó a Urkullu y Feijoo. Además, se suma que el partido vencedor hace cuatro años se ha autodisuelto. Y que Vox puede sorpasar al PP. Porque la otra batalla está en la grupeta perseguidora, lo que en ciclismo se llama el camión del pescado. Ciudadanos ya ha dicho que da igual que gane el PSC, porque lo importante es ventilar y echar los aerosoles soberanistas. Vox, al pan, pan, y al vino, vino español de garrafón, también ha subido como el bitcoin y puede darle el tiro de gracia al tándem Casado-Ayuso. ¿O solo a Casado?

Aunque suene a soniquete de politólogos, todo se decidirá por la movilización. En las elecciones que ganó Arrimadas, con Puigdemont ya en Waterloo y Junqueras ya en prisión, votó el 80 % de la gente, una cifra descomunal que no se repetirá, porque a la fatiga pandémica hay que sumar la política. Lo más probable sigue siendo una suma secesionista de 68 diputados. En ese caso, la presidenta podría ser Borrás, antes de ser inhabilitada y dejar su puesto a Canadell. La alternativa sería un Frankenstein con Aragonés e Illa, con este último de presidente. Aunque lo han negado, incluso por escrito. Si esas dos sumas no dan, solo hay dos opciones: Illa en minoría, como ya hace Sánchez en Madrit. O nuevas elecciones, nueva matraca y nueva fatiga pandémica.