Banalización de la identidad sexual

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

MARTINA MISER

04 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace casi cuatro años La Voz de Galicia publicó una serie de reportajes-testimonio de niños y niñas transexuales. Resultó y sigue resultando especialmente conmovedor el trabajo de la asociación Arelas, formada por familias de esos niñxs, como escribe esta asociación en sus papeles. Y es que la vida y la convivencia de un trans, de cualquier edad, tiene mucho de dramatismo por las vejaciones que sufre, por la incomprensión del entorno y por el rechazo que suscita, a veces en la propia unidad familiar. Sin reconocimiento y respeto a su singularidad, lo más probable es que caiga en la amargura del aislamiento, fuente de tantas depresiones y tanto desenlace fatal.

Por la labor de asociaciones como Arelas se consiguieron avances importantes en una idea que preside sus objetivos: lograr que los niños y los adolescentes encuentren comprensión y sean felices. Supongo que eso mismo buscan los redactores del borrador de la futura Ley de Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans que se acaba de filtrar a algunos medios informativos. Esos medios se han preocupado de destacar que el texto escrito fue redactado en el ministerio de Irene Montero (Podemos) y choca frontalmente con los criterios de Carmen Calvo (Partido Socialista). Parece que la confrontación dentro del Gobierno importa más que la ley misma.

No es mi caso. Las discrepancias en la coalición ya forman parte del paisaje político y creo que Montero y Calvo llegarán tarde o temprano a algún acuerdo. Las que preocupan a este cronista son las facilidades que ese borrador otorga para que una persona, hembra o varón, pueda cambiar de género o no ser de ningún género. Basta su declaración y tener 16 años -ni siquiera la mayoría de edad- para ese cambio legal. Y así, quien se considere mujer puede ingresar en una cárcel de mujeres o participar en competiciones deportivas femeninas solo con declarar su sexo y sin comprobaciones. Quien se considere varón, exactamente igual. Y quien no se considere hembra ni varón puede pedir que en su carné de identidad no figure ningún sexo. No se necesita ningún aval médico. No se necesita siquiera un reconocimiento psiquiátrico.

A todo esto se lo conoce como autodeterminación de género. Las feministas más moderadas, lejanas a la religión fundamentalista de Irene Montero, temen que signifique un «borrado de las mujeres». Yo no creo que ese riesgo exista en la realidad. Pero sí creo que dar tantas facilidades abre un horizonte insospechado de fraudes y de inseguridades jurídicas. Si cambiar de sexo o género resulta tan sencillo, se producirá una banalización de la identidad sexual de las personas. Entiendo que la igualdad de derechos de los transexuales es lo que se tiene que garantizar por ley. Y que hay que centrar los esfuerzos en crear una cultura social de respeto al fenómeno trans. Y eso tampoco se impone por ley.