PSOE-Podemos: Gobierno de colisión

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Kko Huesca | Efe

15 ene 2021 . Actualizado a las 10:03 h.

A la fuerza ahorcan, reza el refrán. Y, también, la necesidad hace milagros. O, incluso, el diablo solo tienta a aquel con quien ya cuenta. El hecho de que, contra las reiteradas promesas de Sánchez en campaña, el PSOE acabase pactando un gobierno con Podemos solo es explicable por las mutuas necesidades de los socios que cerraron, y ¡nunca mejor dicho!, aquel negocio. 

Para ser presidente tenía Sánchez dos opciones: o un gobierno de gran coalición con el PP o uno minoritario con Podemos, que, por serlo, exigiría llegar a acuerdos con los herederos de ETA y los secesionistas, como muy pronto pudo verse. El que el líder socialista optase por la segunda opción fue la consecuencia previsible del giro radical de su partido que, impulsado ya por Zapatero, acabaría desfigurando al PSOE hasta hacerlo irreconocible para gran parte de quienes lo votaron entre 1977 y el 2004.

Podemos, por su parte, apostó desde el principio por entrar en la Moncloa de la mano del PSOE como consecuencia de una doble necesidad de sus dirigentes y de manera especial de la parejísima: de un lado, frenar en seco toda crítica interna por el desastre electoral de las dos elecciones del 2019 (de 71 escaños a 42 y luego a 35); de otro, colocarse, es decir, convertirse Iglesias en vicepresidente y hacer, de paso, ministra a su pareja. ¡Ahí es nada!

Tales bases, sólidas para evitar una ruptura del Ejecutivo que produciría a ambas partes pérdidas irreparables en términos de ejercicio del poder, resultan sin embargo muy endebles para sostener una acción de Gobierno coordinada y coherente, pues el PSOE y Podemos no solo compiten por una parte del cuerpo electoral (lo que determinará que la gresca entre ellos sea colosal cuando se acerquen las generales) sino que tienen abismales diferencias en cuestiones esenciales de la política española: entre otras, su respectiva consideración del pacto constitucional, de la legitimidad de la monarquía, de la organización territorial del Estado, del trato a dar a los herederos de ETA y, en fin, de la política económica, ámbito donde el PSOE acaba siempre ajustándose de grado o por la fuerza a la realpolitik marcada por la UE, mientras Podemos practica una mezcla demencial de populismo, izquierdismo y caradura (su silencio ante la reciente subida de la luz) de efectos devastadores para los equilibrios de nuestra economía.

Hasta la fecha, PSOE y Podemos han mantenido una inestable convivencia sobre la base de las cesiones del primero, instruido por Sánchez en que lo único importante es seguir en el poder. Pero la presión de Podemos irá en aumento, según puede apreciarse ya, vistos sus malos pronósticos en todas las encuestas, que llevarán a Iglesias a acusar al PSOE de estar en la derecha (el delirio de nuestra política es ilimitado) para intentar frenar su desplome electoral. Y mientras, claro, la casa sin barrer, es decir, España a la deriva, pues quienes debieran gobernarla creen, metidos en su bronca, que eso, a fin de cuentas, es lo menos importante.