Cambio de ocurrencias

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

E. Parra. POOL

04 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De las Navidades del 2020 salimos como entramos, con un discurso serio y acertado de Felipe VI y con la aparente determinación de Podemos de impulsar una ley para establecer «lo que puede y lo que no puede decir» el Rey de España. No parece que esto vaya a prosperar, pero Pablo Iglesias quiere seguir figurando como el tenaz cabecilla de esta etapa, que busca votos en una radicalidad de la que el PSOE, por fin, parece empezar a distanciarse, cansado de las ocurrencias de su socio batallador.

Puedo equivocarme, es obvio, pero creo que Sánchez se ha dado cuenta de que una sucesión de agudezas incoherentes no conduce necesariamente al éxito electoral. Por el contrario, son los acuerdos razonables y bien trabados los que llevan al éxito político. Las incongruencias caprichosas y tornadizas pueden arrastrarnos al caos, pero nunca a un buen puerto. Esto ya lo sabe el presidente del Gobierno. Lo que sucede -y no es bueno- es que todavía entrevé alguna ventaja en apurar la partida, porque las elecciones aún parecen acampar en un horizonte lejano. Pero, ¿qué hacer entre tanto? Si se pliega a los anhelos auténticamente radicales de Podemos, no mejorará su posición. Porque, en cada paso, Sánchez estará condenado a dejar harapos de todo aquello que fue el gran traje de la transición que antaño lució el PSOE. El actual presidente puede creer que vivimos en unos tiempos nuevos -y quizá sea así- pero nunca serán tan distintos como creen los que ahora confunden la realidad con sus sueños. Creo que muchos españoles le desearían a Pedro Sánchez un dulce despertar, sin acritudes ni asperezas.

Pero también puede ocurrir que la ciudadanía se harte de asistir a un esperpento valleinclanesco, que ya está durando demasiado, y se incline por recuperar la armonía de antaño, cuando la solidez democrática apuntalaba el quehacer nacional y su propia expresión política. Momentos en los que se desvanecieron los temores a viejos retornos y a inciertos futuros. Porque la democracia se había convertido en una garantía suprema. Algo que ahora parece estar escurriéndosenos entre los dedos, en forma de una seria desconfianza en nuestro futuro. Algo lamentable y peligroso. Con demasiado cambio de ocurrencias.