Cada uno somos todos

Pedro Armas PROFESOR DE LA UDC

OPINIÓN

21 dic 2020 . Actualizado a las 09:07 h.

Ante el virus, cada uno somos todos. Todos tenemos una responsabilidad, pero no la misma, ya que vivimos la pandemia en condiciones desiguales. Un funcionario puede teletrabajar, una enfermera o un camarero, no; un afectado por ERTE no puede trabajar, un sin papeles no puede dejar de trabajar, otro sin papeles puede perder el empleo; a uno la empresa le hace prueba, a otro no; uno puede pagarse una PCR, otro puede hacerse un test rápido en la farmacia, uno no puede pagarse ningún test y otro no quiere ni vacunarse. Ahora bien, puesto que cada uno puede lavarse las manos, ponerse bien la mascarilla, ventilar la casa, guardar la distancia social, reunirse solo con unos cuantos y recogerse antes del toque de queda, los que mandan insisten en que, si no se hace, la responsabilidad de una nueva ola será personal, ni corporativa, ni gubernativa. La primera ola del virus chino causó tal sorpresa que apenas dejó ver la responsabilidad institucional, pero ya puso en evidencia a los cargos más expuestos. La segunda ola pudo haber sido evitada si se hubiese impedido el despiporre del verano, pero la dejación de funciones y la descoordinación llevaron las responsabilidades institucionales a un rifirrafe político.

Llegada la blanca Navidad, los gobernantes se sienten más empáticos y simpáticos. Dejan que fluya la economía, dejan de lado la salud; dejan que fluya el consumismo, dejan de lado la epidemiología. Regulan mal que bien, prefieren recomendar desplazamientos por motivos emocionales, quedadas con unos pocos allegados, cenas por unidades familiares, villancicos enmascarados, compras masivas en centros comerciales, descontroles controlados, pero advierten sobre la responsabilidad personal. La tercera ola, tras las fiestas, nunca será su culpa.

Asumimos que cada uno somos todos, pero no que cada uno tiene lo que se merece. La pandemia es un problema demasiado complejo para unos políticos tan simples. Nos piden un esfuerzo por comprender mejor a los demás, cuando muchos de ellos no se esfuerzan por comprender a los de enfrente. Tratan los problemas colectivos como si fuesen de otros y exigen esfuerzos individuales sin asumir responsabilidades de sus decisiones erráticas. A ver si los Reyes Magos les traen a los menos comprensivos un par de libros de Daniel Goleman, sobre inteligencia emocional y psicología del autoengaño. Cada uno somos todos, pero no somos tontos.