Hace poco vi un documental sobre Burt Reynolds, en el que se destacaba su faceta de actor de primera con una predisposición terrible a elegir papeles de poca monta. Reynolds tenía esa magnífica capacidad de hacerlo todo de manera increíble, pero también la debilidad de escoger mal. Dejó escapar, por ejemplo, películas como La fuerza del cariño, que le dio el Oscar a Nicholson, porque había dado su palabra a Stroker Ace. «No hay premios en Hollywood por ser un idiota», dijo luego Reynolds sobre su decisión, porque él, si ha sobresalido por algo es por haber hecho taquillazos que no pasarán a la historia del cine. Sin embargo, esas pelis tenían el encanto de llenarnos de alegría los días en los que la cartelera no ofrecía nada. Porque en eso consiste también el entretenimiento, en distraernos y ocuparnos aun cuando nosotros mismos no sabemos qué hacer. Ese caramelo que nos llena la boca como se agradece muchísimo cuando la cabeza pide azúcar y el cuerpo, descanso. En esas tardes de sofá. yo, como Reynolds me tiro a las series malas que enganchan. Esas que jamás les recomendaría a mis amigos, y mucho menos a ustedes por pudor. Seguro que hay muchas que les vienen a la mente, como aquellos Locos de Cannonball que protagonizó Reynolds. En Netflix están poniendo ahora Selena sobre la cantante de tex mex asesinada en 1995. Yo la he visto del tirón, pero me da tanta vergüenza que no sabía cómo decirlo.