A Coruña: destino, flor y nata de la maragatería

Doktor Pseudonimus

OPINIÓN

19 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Maragatos son los habitantes de la Maragatería. Oriundos de las ciudades que en 1279 Alfonso el Sabio cedió al obispado de Astorga. Algunas con nombres tan bellos y sonoros como Castrillo de Polvazares, Santa Coloma de Somoza o Rabanal del Camino. Pero son, sobre todo, el resultado de una calamidad y de su solución. La calamidad era el mal estado de las carreteras. La solución fue el arrierismo. El comercio se hace a lomo de las mulas. Tanto que de ahí viene el término maragato. De las bragas que usaban al montar sus mulas. De bragato salió maragato. Un oficio no del todo ajeno al espíritu y la práctica del capitalismo. Ahí les va una coplilla común en la maragatería. «No eres el dueño de las cabalgaduras/ eres arriero de cinco mulas/ tres y dos son del dueño/ las demás son tuyas». Pero cierto es que los Botas y los Salvadores de Castrillo de Polvazares ya fueron protegidos por los Reyes Católicos. Y que allá por el siglo XVII los arrieros, la recua de sus mulas y los baúles que cargan sobre sus lomos se convierten en la vía comercial que une la maragatería con el Puerto de A Coruña. Y ya entonces la ciudad funcionó como un lugar amable y receptivo. Se adelantó en tres siglos el slogan «ciudad en la que nadie es forastero». Durante mucho tiempo los maragatos lograron mantener identidades y costumbres pero nunca fueron forasteros. Algo similar ocurre en lo que Xosé Ramón Barreiro llama el modelo camero. Cuando en el siglo XVIII la Corona eliminó el monopolio gaditano liberando el comercio ultramarino permitió que se instalasen asturianos, vascos y catalanes. Y un grupo importante vino desde La Rioja. Especialmente de Ortigosa de Cameros. Un sector menos endogámico que se estableció en Santiago de Compostela.

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