A garrotazos en plena pandemia

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

J.J. Guillén | Efe

16 dic 2020 . Actualizado a las 20:30 h.

Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que a cualquiera que se ponga una medalla en la lucha contra el covid, y a cualquiera que lo utilice para tratar de destruir al adversario político, la realidad acaba plantándole cara. Hace no tanto se ponía como ejemplo de gestión frente al virus a países como Alemania y Francia. E incluso a Italia, tras su estallido inicial. Se nos explicaba con detalle que sus buenos datos en lo que afecta a infectados y fallecidos se debían a que todo lo habían hecho bien, tomando las medidas adecuadas. Hoy, las cifras de Alemania, Francia e Italia son catastróficas y les obligan a cerrar a cal y canto sus economías durante las Navidades. España, se decía, era el epicentro de la peste mundial porque todo lo hacía mal. Hoy, la situación sigue siendo gravísima, pero en la UE hay diez países con una mortalidad por covid mayor que la española. El 11 de diciembre, España tenía la tasa de incidencia acumulada más baja de toda Europa. Hace un mes era la más alta.

Cuando los datos en España iban muy mal, la oposición utilizaba el virus con descaro como argumento para tumbar al Gobierno. Luego mejoraron las cifras, y entonces Pedro Sánchez se lanzó alegremente a cantar victoria. «Hemos derrotado al virus», dijo en julio. Pero el triunfalismo le duró poco. Con la segunda ola vuelven a morir más de 300 españoles al día. Ayer se notificaron 388. Madrid fue primero atacada con saña y tachada de «bomba vírica». Su presidenta era una amenaza para la salud de todos los españoles y debía ser apartada. Luego, sus datos mejoraron drásticamente y se habló entonces del milagro madrileño. Se puso a esta comunidad como ejemplo y se aplicaron en toda España muchas de sus medidas. Hoy, sus cifras empeoran de nuevo y entonces regresan las críticas. Y así todo.

Lejos de haber aprendido esa lección de humildad y de prudencia, los partidos españoles convirtieron ayer un debate parlamentario que debería haber servido para unir fuerzas y compartir criterios, frente a una tercera ola de contagios, que se anuncia inevitable, en un pandemonio lamentable en el que solo se habló del coronavirus para que unos y otros se lanzaran a la cara los datos económicos, los de infectados, de fallecidos, de eficacia o de ineficacia. Para ponerse medallas unos, y para sacar rédito político otros. En lugar de centrarse en la angustiosa situación en la que las familias españolas afrontan la Navidad, y en la dramática situación de empresas, comercios y locales de hostelería, a los que acecha la ruina, el presidente del Gobierno, sus socios, el líder del PP y los del resto de la oposición nos brindaron una nueva performance. Un totum revolutum en el que se habló mucho de «fachas», de ETA, del rey, de jueces, de golpes de Estado y de cualquier cosa, pero no se escuchó una sola propuesta de pacto sanitario o económico.

Alguien debería decirles a todos que ya basta. Después de setenta mil españoles muertos y más de 100.000 empresas cerradas, es intolerable que ellos sigan a lo suyo, representando cada día en el Parlamento su lamentable debate político a garrotazos.