Tres meses de coles-covid

Adrianey Arana, maestro de primaria EN LÍNEA

OPINIÓN

MARCOS MIGUEZ

07 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Junto a la ventana abierta de la clase temblaba de frío hoy un niño atento y contento. Tres meses llevan así en todos los colegios. Quietos y amordazados. Con lluvia, escaso deporte, sin trabajos manipulativos ni por equipos, desinfectando todo lo que tocan como apestados. Regresando cada lunes al aula sin haber salido de casa ni haber sido achuchados por los abuelos en la aldea, ni correteado por el parque... ni fútbol, ni halloween, ni cumples, ni festival de villancicos. 

Un niño con el que me paso casi toda la mañana me dice que por qué no le hago caso a él y a otros sí. Saco el móvil por ver si tengo alguna alerta de familias y se pican: «¡no cojas el móvil ahora, porfa!» Y sigo: «Escribimos a-bue-lo»… «Pues mi abuelo murió con 60 años y el otro todavía existe». «Pues mi bisabuela tiene 94, o sea, que le quedan 6». «Pues mi padre trabaja en ERTE». «Pues mi madre estuvo en Marte, de verdad». Quieren hablar, pero lo cierto es que carecen de narración o de sucesos porque apenas nada les está sucediendo. Aleladiños.

Menos mal que no hemos esperado esos millones de ordenadores ni las vacunas que nunca «dan llegado». Ni «reformas curriculares». Porque a las 9 de la mañana miles de maestros enmascarados entramos en un aula con 25 niños diversos, o sea, divertidos. Y gracias a esos miles de tuits, recursos compartidos en Instagram con ideas de profes de la pública, de la concertada o de no se sabe qué, de directores animosos y de mamás que te hacen un gesto de OK con el pulgar por la ventanilla del coche… salimos adelante y los niños van contentos al colegio. Y los padres pueden luchar por su vida.

Este podría ser el artículo número 1 de la ley de educación para tiempos de pandemia: que los niños vayan contentos al cole. Entretenidos por nuestra atención y amenidad, no por el entertainment del negocio del ocio. Hablar con ellos. Reírse con ellos. Jugar con ellos. Emplear palabras bonitas: vamos a jugar a sumar, vamos a jugar a aprender. Además, nunca se portan mejor que cuando están aprendiendo algo de verdad. Nosotros igual: si aprendemos algo de todo esto, nos estaremos portando «muy bien». Pero que muy bien.