Debate: ¿Es el momento de subir o bajar impuestos? ¿Cuáles?

Sufrimos las consecuencias sanitarias de una pandemia mundial, y también las consecuencias económicas. Si ahora estamos mal, posiblemente en un futuro próximo estaremos mucho peor. Esta idea se desprende de los dos artículos que configuran este debate, en los que no se descarta un nuevo rescate de España.

Desde ERC lanzaron la idea de la necesidad de armonizar algunos impuestos en todo el territorio nacional, excepto en el País Vasco y Navarra. Les siguieron otros partidos, que ven a Madrid _con una carga impositiva baja en relación con otros territorios_ un enemigo a batir. ¿Por qué se abre de repente esta manzana? La respuesta es sencilla: no hay dinero para recaudar. Las cuentas públicas están en la uvi y no mejorarán en los próximos años. Toca preguntarse: ¿Es el momento de subir impuestos? No, pero no quedará más remedio.


Los subirán

Los delirantes Presupuestos del Estado, que se han aprobado en esta semana, van a consolidar el último puesto del ránking de gestión económica durante la pandemia de un país desarrollado, del que actualmente gozamos. Solo Argentina registra mayores descensos del PIB al tercer trimestre del año. Y el país de Maradona, aunque pertenece a la OCDE, no es una economía desarrollada desde hace décadas.

Dichos presupuestos reflejan ya de partida una necesidad de financiación brutal. Aun en el insólito escenario, de que las muy optimistas previsiones de ingresos que se manejaron para elaborarlos se cumplan, siguen haciendo falta más de 200.000 millones de euros en 2021 y Europa solo aportará, si lo hace, 24.000 millones. Claramente insuficiente y más si como se pretende, el plan es prorrogar los Presupuestos los años de la legislatura que resten. En números redondos el Gobierno necesita obtener 600.000 millones de euros en los próximos tres años. Un absoluto disparate que muy probablemente será imposible de financiar en los mercados, sin el apoyo del Banco Central Europeo y puede que con dicho apoyo. De ahí la necesidad del Gobierno de incrementar los ingresos sea como sea. Y le pese a quien le pese. Ya que sin regalías en forma de dinero a sus socios parlamentarios, la legislatura tendría un final rápido y abrupto.

Es evidente que ante una crisis económica como la provocada por la pandemia no queda más remedio que inyectar dinero. Y así propiciar una recuperación en V. Las economías desarrolladas que mejor comportamiento están teniendo han actuado en cuatro frentes, rebajas impositivas de gran dimensión para empresas y particulares, recortes del coste de las administraciones, incremento de la inversión pública y aumentando el gasto en protección social. Las dos primeras áreas de actuación tienen una gran ventaja, no precisan de acudir a los mercados en busca de financiación, evitando el lastre para el futuro que esto implica.

El tercer frente producirá tarde o temprano retorno económico en forma de mayores ingresos o ahorro de costes para las economías en su conjunto. A este fin está destinados a la mayor parte del paquete de ayudas aprobado por la Unión Europea.

Y el cuarto y último frente, el aumento del gasto público, se intenta que sea de la menor dimensión y duración posible. Ya que genera déficits estructurales.

El Gobierno español no ha rebajado, ni rebajará los impuestos, ni el coste de las administraciones. Es más, piensa incrementar ambas partidas. Y habida cuenta de las necesidades financieras que reflejan los presupuestos aprobados, deberán subir todos los impuestos posibles hasta niveles que aún no imaginamos. Las inversiones se limitarán a lo que les exige Europa. Y por último, planea incrementar el gasto público todo lo posible para contentar a sus socios y para hacer dependiente del Estado a la mayor cantidad posible de españoles.

Mal futuro nos espera.

Autor Juan Pablo Calzada Analista financiero

Medidas impopulares: llegarán

La economía española, que cerrará el año con una caída del PIB alrededor del 12 % y una tasa de paro superior al 19 %, se encuentra con un grave problema de ingresos. Además se ha incrementado la deuda pública muy por encima de lo deseado, pudiendo alcanzar el 120 % de nuestro PIB. Entonces: ¿Cómo lograr los ingresos suficientes para hacer frente al gasto público manteniendo el estado de bienestar? ¿Se deberían subir los impuestos? Con la próxima aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, surge el debate sobre las diferencias existentes entre comunidades en cuanto a la tributación de los impuestos que tienen cedidos parcialmente (IRPF, IVA) o totalmente (Sucesiones y Donaciones, Patrimonio e Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados). Es curioso que aquellos que son partidarios no solo de una mayor autonomía sino también de independizarse de España sean los que pretendan cercenar la potestad de las otras comunidades de tomar sus propias decisiones.

Si bien no es discutible que existen diferencias entre las autonomías, estas tienen potestad para decidir qué exenciones y bonificaciones tributarias aplican. Existen mecanismos (Fondo de Garantía de los Servicios Públicos fundamentales) para cumplir con el principio de solidaridad, de forma que la cobertura de los servicios básicos sea similar para todos los españoles. La cuestión de fondo de la armonización fiscal es la posible modificación de la Ley de Financiación de las Comunidades Autónomas, que previsiblemente se debatirá en febrero del 2021.

En cualquier caso, se precisa una reactivación de la actividad económica, por lo que no deberían incrementarse los impuestos al consumo, pues retraería aún más la economía. Tampoco parece adecuada la subida de cotizaciones a los autónomos. En el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, si bien se aplican elevadas bonificaciones en muchas autonomías, la situación es dispar, y su aumento supondría un varapalo para pymes, especialmente para las familiares, debiendo evitarse que la fiscalidad sea un obstáculo para el traspaso intergeneracional. Tanto este impuesto como el impuesto de patrimonio están prácticamente desaparecidos en los demás países de la UE.

La crisis va a suponer un descenso estructural del nivel de PIB, y por tanto, en ausencia de medidas de ajuste, un incremento del déficit público estructural. Puesto que este ya partía de un nivel elevado, el déficit primario aumentará hasta un punto en el que, incluso en un escenario optimista, la ratio de endeudamiento en relación al PIB va a crecer año tras año. Es decir, la deuda pública entrará en una senda de insostenibilidad, y conllevará la pérdida de la confianza en nuestra solvencia por parte de nuestros prestamistas, y, por tanto, la imposibilidad de financiar nuestro déficit. Esto significa la quiebra y el rescate. Ahora mismo no tenemos problemas para encontrar financiación en los mercados debido a la política de compra masiva de deuda pública por parte del BCE. Pero esa política no va a durar para siempre. En cuanto comience a vislumbrarse su final, las dudas sobre la solvencia empezarán a pesar en los mercados y volveremos a encontrarnos en una situación igual o peor que la de 2012. No hay, alternativa a una política de ajuste estructural del déficit, que supondrá, inevitablemente, la adopción de medidas contundentes e impopulares. Es cierto que ahora no es el momento de aplicar tales medidas, y probablemente no lo sea hasta 2022, pero tampoco podemos tomar decisiones que supongan un incremento adicional del déficit estructural.

En definitiva, puede que ahora no sea el momento de recortar los salarios públicos, pero bajo ningún concepto pueden elevarse. Por los mismos motivos, ahora no es el momento de subir impuestos, pero debe descartarse igualmente una bajada. Todo aumento del déficit estructural que se emprenda ahora está condenado a corregirse en el futuro, y el coste del ajuste será mayor, ya que habrá dejado como legado un nivel aún mayor de deuda.

Autor Profesora Titular de Econometría. Miembro del Equipo Hispalink-Galicia
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