Era todo de un azul radiante excepto la mirada de cervatillo huérfano de una princesa que había sido elegida para ser complemento y se fue arrasando una institución en la que acabó comprendiendo que ella, siempre a un lado, siempre triste, era realmente la fuerte. Diana sobrevivió al cuento de hadas al que la habían encadenado, pero no tuvo tiempo a disfrutar de la vida sin sus grilletes.
Con el delantal siempre dispuesto, la primera ministra alimentó a todo su gabinete. En la mesa de su comedor se gestaron grandes reformas económicas y alguna de las últimas guerras recientes. La Dama de Hierro supo estar por encima de un atajo de señores y sin saberlo (o seguramente sí) hizo tanto por el porvenir de las mujeres. Mano de hierro en guante de seda, al final fue apartada sin miramientos del cargo por sus propios asesores. Pero el nombre de Margaret Thatcher estará siempre grabado en la Historia, así, con mayúsculas, le pese a quien le pese.
Quizá sea fría y jamás sea posible saber lo que piensa al mirarla de frente. Pero tampoco es sencillo ajustarse la corona de un imperio con la mayoría de edad todavía reciente. Joven e inexperta o rechoncha y algo cansada, si algo no ha hecho Isabel ha sido claudicar de su deber como regente. The Crown se resume en un trío de reinas, aunque Carlos lloriqueé que nunca obtiene aprobación suficiente.