Breverías. Hay gente pa tó

Doktor Pseudonimus

OPINIÓN

21 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

João Vieira fue por dos veces candidato a la presidencia de la República de Portugal. En su programa electoral a los varones les ofrecía un Ferrari y una bailarina cubana. A las mujeres un bailarín también cubano. Para financiar su programa proponía vender Oporto a Inglaterra, o todo Portugal al mejor postor. Nunca llegó a cosechar los siete mil votos necesarios para tener representación en el Parlamento. Y esta historia me trae a la memoria una sentencia: «hay gente pa tó». Se debe a Rafael el Gallo, torero famoso por sus «espantás». Hermano de Joselito y amigo de Juan Belmonte. Y a Ortega Gasset primer filósofo de España y quinto de Alemania que era un ferviente aficionado al arte de la tauromaquia y al trato con sus maestros. En una ocasión le presentaron a Rafael el Gallo. Y al oír la palabra filósofo el maestro preguntó en qué consistía eso. El presentador se lo explicó como pudo. El Gallo se quedó un rato pensativo y al final sentenció: «hay gente pa tó». Pero lo cierto es que no hay gente para todo. Entre otras cosas porque al final del bachillerato aun hay profesores miopes que repiten un mantra: los listos a ciencias, los tontos a humanidades.

No se puede salir a la calle preguntando a la gente lo que quiere. Sobre este asunto hay una cita espléndida de Henry Ford. «si hubiera preguntado a las personas qué querían para desplazarse, me hubieran dicho que caballos más rápidos». En esto, como en todo, la clave está en «to think different». En ser capaz de pensar diferente. Aunque sigamos presumiendo de los «caballos» que tiene el motor de nuestro automóvil. El caballo que fue domesticado en Sumeria tres mil años antes de Cristo. Pero para pensar diferente hay que llevar un viento en la cabeza y ser capaces de asombrarse ante la realidad. Ya nos lo dijo hace muchos años Vicente Risco quien en Dédalus en Compostela escribió: «non levan vento na cabeza, discurren demasiado ben, non se pasman de nada». Y en el Corominas puede leerse que ya en el siglo XV el verbo pasmar equivalía a encantar.

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