Con la hostelería se equivocan

Xose Carlos Caneiro
xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Xaime Ramallal

09 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Se equivocan. Aquí y en todos los lugares en los que la han situado como chivo expiatorio (Levítico 16: «Y Aarón hará traer el macho cabrío (…) y lo ofrecerá como ofrenda por el pecado»). Porque la hostelería no tiene la culpa. Sus culpas son ajenas. Y no las han sabido ver los diversos gobiernos y partidos a lo largo de los años. La culpa es haberse convertido en el sector primordial de Galicia y de España. Punto arriba o punto abajo del PIB, entre lo directo e indirecto, los hosteleros y los establecimientos turísticos y el ocio forman el zócalo esencial de nuestra economía. Una cuarta parte, grosso modo. Pero no solo eso. España, para qué engañarnos, no es primera potencia en nada, excepto en bares. Nuestras universidades no figuran en ninguna lista, por benévola que sea, entre las doscientas primeras del mundo. Nuestra industria, salvo excepciones sobresalientes, agazapada al abrigo de gigantes europeos o resistiendo gracias a inyecciones de capital público. 

La generación de negocio de las nuevas tecnologías produce pudor al compararla con países punteros. Pero en calidad de vida, nadie nos había ganado. Hasta ahora. Porque la calidad de vida de este país reside en su idiosincrasia, edificada sobre la piedra angular del deleite, el sentido del gusto y del olfato, la vista, la alegría y los buenos alimentos.

La calidad de vida de Galicia y de España reposa en su fantástico color y ubicación, la hospitalidad de sus gentes, su sabor y sabores y su generosa tierramar. Nuestra imagen son los bares y restaurantes y la verbena, en el sentido más lato del término. En el resto somos insignificantes. Sin embargo, no han sabido verlo. Algún comité ha gritado ¡los bares!, porque es lo factible, y los bares han sido el Levítico 16 de nuestros políticos. No lo ha hecho solo una parte de España, esa es la coartada. Alemania, que tiene bares que parecen iglús, ha levantado la liebre y algunos la siguen. La Xunta, con uno de los mejores datos autonómicos, también. Y yo creo que se han equivocado.

Me consta que tras la decisión, difícil sin duda, están las mejores intenciones. Pero el infierno está empedrado de buenas intenciones. La frase se ha repetido desde que el abad san Bernardo de Claraval, siglo XI, la acogió por vez primera (aunque el origen sea discutible y cada erudito acerque el ascua a su sardina: de Sam Johnson a Walter Scott). En todo caso, el infierno ya está ahí. Porque si dinamitamos la base, el edificio se cae. Y eso es lo que se está ejecutando ahora mismo. El soporte de este país, su base económica y anímica (maldita sea la tristeza), descansa en la hostelería. En los autónomos, también. Insisto, yo creo que se han equivocado.