«No es normal que los nietos no puedan reunirse con sus abuelos»

Cartas al director
Cartas al director CARTASALDIRECTOR

OPINIÓN

Pepa Losada

03 nov 2020 . Actualizado a las 12:29 h.

¿Está acabando el coronavirus con el estado de derecho?

El real decreto del estado de alarma y el reciente decreto de la Xunta para hacer frente al covid-19 limitan, con utilización expresa de ese término, dos derechos y libertades reconocidos en la Constitución: el derecho a circular libremente por el territorio nacional y el derecho de reunión pacífica y sin armas.

El real decreto del estado de alarma establece una limitación genérica de la libertad de circulación que afecta a todo el territorio nacional y a un horario nocturno. Pero, lo que la ley orgánica de los estados de alarma, excepción y sitio permite en la alarma es: limitar la circulación o permanencia de personas o vehículos en horas y lugares determinados, o condicionarlas al cumplimiento de ciertos requisitos. Ya es discutible que se puedan limitar en un horario tan amplio, pero lo que resulta indudable es que todo el territorio nacional no es un lugar determinado, por lo que tal limitación es anticonstitucional.

Más grave es la limitación del derecho de reunión, que se restringe a un número de personas arbitrariamente decidido por las autoridades gubernativas. Ese derecho se garantiza en el artículo 21 de la Constitución y no puede ser limitado en el estado de alarma, pues no está incluido entre las medidas que en tal estado de anormalidad constitucional pueden ser adoptadas, y mucho menos suspendido totalmente, como, con flagrante violación del artículo 55 de la Constitución, hace el decreto de la Xunta.

Incluso se pueden considerar profundamente limitados la inviolabilidad del domicilio y el derecho a la intimidad personal si la referencia —que la norma hace— a espacios de uso privado incluye la propia vivienda.

Esa falta de respeto por el estado de derecho también se puede aplicar al Congreso, al autorizar una desmedida prórroga de un estado de alarma que, por ello, deja de ser tal y se convierte en el estado habitual. Y no digo normal, porque no lo es, por mucho que nos hayan inundado con el eufemismo «nueva normalidad».

No es normal que una pareja de novios no pueda reunirse.

No es normal los nietos no puedan reunirse con sus abuelos.

No es normal que una persona no pueda reunirse con sus amigos.

No es normal que una persona no pueda moverse libremente por su país.

No es normal tener que ir por la calle enmascarado.

No es normal que los niños no puedan jugar con otros niños. Fernando Seoane Prado.

El futuro es brillante

Quisiera mediante esta carta enviar un mensaje a todos esos propietarios de negocios que hoy están sufriendo las consecuencias de este temporal sanitario-económico que nos acecha, recordándoles que «nunca choveu que non escampara» y animándolos que luchen por adaptarse, pues aguantar no vale. Los tiempos pasados es seguro que no volverán, ni siquiera febrero del 2020, pero lo que sí es seguro es que hay un futuro prometedor a la vuelta de la esquina y será conquistado por aquellos luchadores que en tiempos oscuros den la batalla y sepan adaptarse. Roberto García Fernández. Moeche.

Criterios absurdos

Cada día asistimos al lamentable espectáculo que ofrecen nuestros políticos, con total improvisación y sin el menor atisbo de conocimiento de la situación real. No pueden reunirse más de cinco personas, aún con mascarilla, pero no hay problema en que vayan 55 desde A Coruña a Vigo y viceversa en un autobús de línea regular, ni que se apelotonen 15 o 20 para subir a los autobuses urbanos, o que los trenes y los aviones vayan llenos.

Establecen un toque de queda que no permite bajar al perro, en solitario, a quienes salen tarde de su trabajo, pero se permite a jóvenes sin mascarilla que se reúnan en las plazas molestando a unos vecinos que los sufren en silencio. Las fiestas privadas continúan, mientras los hosteleros se arruinan… Hipocresía disfrazada. Carmen Bello Duarte.