Decepcionados, tristes, desolados

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

LEE SMITH | Reuters

01 nov 2020 . Actualizado a las 10:17 h.

Así estamos. Más tristes que un torero al otro lado del telón de acero, como dice la canción. No entendemos nada. Llevamos más normativas encima que un conductor con la ele de prácticas que estrena carné de conducir. Salimos a la calle como si pisásemos huevos. Somos como niños pequeños a los que nos sueltan lo de ¿hiciste pis? antes de salir a pasear un poco por la acera de tu calle y vuelta. Nos entierran a restricciones cuando todo pinta que caminamos hacia un nuevo confinamiento. Un exdirectivo de la OMS lo dice: «Necesitaremos otro confinamiento». Fernando Simón lo sugirió esta semana. Soltó un cada vez quedan menos pasos antes de otro confinamiento. El Gobierno busca el callejón jurídico que le permita ceder con el actual estado de alarma la orden de confinamiento a los presidentes autonómicos. Sánchez se libraría así de que lo vuelvan a señalar como el culpable de cercenar de nuevo de forma casi total la libertad. Cada autonomía, con los números más detallados y cercanos, confinaría o no. Nos sobrevuela el modelo francés de encierro, con colegios y trabajos abiertos, para no cargarse la economía. Que fue el modelo belga, que ya incluía los bares clausurados, hasta que los belgas tuvieron que bajar también la persiana de los comercios. La clave es controlar la movilidad. Pero cada golpe a la movilidad es un tortazo en la otra mejilla a hosteleros, a comercios, a taxistas, a todos los que viven de la libertad de las personas. La economía, tocada de muerte, vuelve a estar amenazada. Como recordó Fernando Ónega en un artículo, queda el abrigo que te da la inteligencia cuando razonas y piensas que es mejor estar confinado en tu casa que confinado en una uci. La salud física es lo primero. Eso lo tenemos todos claro. El problema es que cada vez está más amenazada la salud mental. La escala Richter de los terremotos de la ansiedad se está disparando. En los trabajos, en los hogares, todos conocemos casos de compañeros y familiares a los que la situación los ha dejado en la cuneta de la inestabilidad. El corazón empieza a galopar. Galopa tanto que se sube a la garganta y tienes la sensación de que no respiras. El cuerpo dispara sus alarmas. Mareo. Vértigo. Sientes cada centímetro de tu cuerpo. Eres un circuito de Fórmula 1. Palpitaciones. La razón ha sido anulada de tu cabeza. El estómago se hace un nudo. Crees que estás teniendo un infarto. Que estás sufriendo un ictus. Lo peor es que es tan real que no sabes que tu ansiedad disparada se ha convertido en un ataque de pánico, un ataque de pánico que te dejará una resaca de vulnerabilidad insoportable. Volver a ser un niño. En un rincón oscuro en el que hace frío. Los brazos se acorchan. Encima la Sociedad Española de Cardiología, para animar, dice que se confirma la relación entre depresión y episodios cardíacos. Estamos decepcionados, tristes, desolados. La brújula de nuestros nervios está destartalada. Saldremos del covid, pero saldremos tocados del ala.