A golpe de ocurrencia

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

Ángel Manso

31 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca nuestros científicos, investigadores, epidemiólogos, expertos, virólogos, preventivistas, especialistas en salud pública, sanitarios, estudiosos, versados y competentes en general fueron tan despreciados como en esta dura etapa de nuestras vidas. Cuando menos debían estarlo y cuando tenían que ocupar el lugar más destacado en las tomas de decisiones con las que nos agobian cada mañana y con las que dicen que acabarán con el virus que nos sigue matando.

La lucha contra la pandemia la tenemos en manos de políticos, cargos intermedios, mandarines, jueces y tribunales. Deciden en función de sus conocimientos epidemiológicos, que son más bien escasos, y según el aire mañanero cambian de criterio. Así pasamos en horas de tener una alarma de ocho meses a quedarse en seis. A asegurar que no hay que confinar y a continuación tomar la decisión de hacerlo. O a cerrar por días. Martes, jueves y sábados, que debe de ser cuando el virus está activo, y descansa el resto. Algunos incluso bailan el chotis.

Mientras contamos los muertos por cientos, los especialistas nos dicen que estamos poniendo parches cuando lo que hay que hacer es tomar medidas contundentes. Los virólogos piden un encierro domiciliario de dos semanas para lograr una «desconexión viral» y proponen un toque de queda desde las 6 de la tarde. Y si miramos a nuestro entorno vemos cómo países con menos incidencia que el nuestro adoptan medidas más férreas porque «la segunda ola será más dura», según Macron.

Debe ser que por ahí siguen los dictados de los especialistas. Que es lo que hay que hacer. Pero es que nuestros expertos son unos desconsiderados con los mandarines y no tienen en cuenta sus intereses políticos y electorales. Ni consideran el momento de gloria que quieren vivir, a cuenta de nuestra salud, el Gobierno de Sánchez y el de cada una de las autonomías.

Nos estamos enfrentando al mayor peligro de nuestras vidas a golpe de ocurrencia. Como si se tratase de un juego que gana el más divertido y el más ingenioso. Duele decirlo, pero no se han tomado en serio la situación. Lo demuestra el hecho de que son los primeros en incumplir las normas que ellos mismos decretan.