Tener vergüenza

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

Eduardo Parra

10 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El desvergonzado es alguien con quien se puede tener relación, pero no confianza, porque todo le da igual. Hasta hace poco se consideraba un calificativo terrible, que desautorizaba de manera definitiva. Pero la idea, por otra parte aprovechable, de que no hay que depender demasiado de las opiniones ajenas se ha llevado al extremo y la gente desvergonzada se exhibe como tal. No me refiero a la impudicia grosera de la tan celebrada telebasura, sino a la gente común. Como soy torpe, tiendo a romper cosas. La semana pasada, en un mal giro, destrocé con la mochila que llevaba a la espalda una lámpara de mesa. Ocurrió otro tanto con un vaso de tinto, también de espaldas. Se rompió el vaso y el vino desgració el mantel entero. Estaba en casa y país ajenos, con gente distinguida. Alguien vino a consolarme, pero se detuvo de repente en medio del habitual «no pasa nada», para exclamar con entusiasmo: «¡Pero si te da igual…!» No me daba igual, porque aquello suponía inconvenientes para todos, pero tampoco había roto el vaso queriendo, así que no mostraba los signos habituales de turbación propios de la vergüenza y que ahora muchos ven como debilidad: el sonrojo parece el estigma de los ‘perdedores’. Una pena.

Con la vergüenza, se marchan muchas otras cosas: el sentido del decoro, el respeto a la ley y, por tanto, a los otros y a uno mismo. Comparece entonces la imposición, la violencia, lo arbitrario, la injusticia y, por fin, la inseguridad, el no saber por dónde movernos, ese limbo del que hablaba ayer Mariluz Ferreiro.

Necesitamos confiar más y ser confiables. Para eso, resulta imprescindible que recuperemos el sentido de la vergüenza, también de la vergüenza ajena.

@pacosanchez