Que la gestión de la pandemia de Díaz Ayuso es un completo desastre es incontestable. Los índices de contagios por cada 100.000 habitantes de la comunidad y de la capital lideran el ránking europeo con diferencia abismal. Y hay factores que lo explican, al menos en gran parte, y que son de su exclusiva responsabilidad: el déficit de rastreadores y la debilidad de la atención primaria. Para reforzar estos dos pilares básicos en el combate contra el covid, Madrid recibió casi 1.500 millones del fondo creado por el Gobierno. A día de hoy nadie sabe en qué se lo ha gastado, pues la presidenta se niega a dar explicaciones. Los contraejemplos de regiones y ciudades que sí hicieron los deberes en el verano son muchos: la Comunidad Valenciana, Nueva York o Roma, entre otros muchos. Mientras allí se tomaban decisiones cruciales, Ayuso asistía impávida al aumento exponencial de los contagios desde agosto. Al Gobierno de Sánchez se le puede culpar con toda la razón de haber tardado tanto en imponer el confinamiento perimetral de Madrid y otros nueve municipios. La práctica totalidad de los epidemiólogos sostienen que incluso esta medida y otras que se han adoptado son insuficientes, dado el descontrol del virus. La reacción de Ayuso ha sido amagar con desobedecerlas, acatarlas a regañadientes presagiando que provocarán el caos y llevarlas a la justicia. La propia Ayuso ha dejado claro cuál es su estrategia: «No se trata de confinar al cien por cien de los ciudadanos para que el 1 % contagiado se cure». El 1% de la población española son 470.000 personas, el de Madrid, 66.000. ¿Dejamos que se mueran, como pasó con los ancianos de las residencias madrileñas a los que se negó atención hospitalaria?