Nagorno-Karabaj, la lucha por el Cáucaso

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

ERDEM SAHIN | Efe

02 oct 2020 . Actualizado a las 08:24 h.

Si inicio este artículo diciendo que voy a hablar de la candente situación actual de Artsaj muchos no sabrán que me estoy refiriendo a la región que actualmente se conoce, por la adaptación soviética del término de origen turco-persa, como Nagorno-Karabaj. Esta pequeña región transcaucásica de 4.400 kilómetros cuadrados de extensión se encuentra en una zona montañosa entre Armenia, Azerbaiyán e Irán y es objeto de disputa desde hace décadas.

De población casi enteramente armenia, es decir, cristiana, formó parte del Emirato de Armenia hasta que Azerbaiyán reclamó su dominio y este le fue concedido por la Unión Soviética en 1923. La desaparición de la URSS en 1991 reabrió el conflicto territorial e inició una guerra al reclamar Armenia su restitución. Tras un duro enfrentamiento se alcanzó un alto al fuego tácito en 1994. Pero el conflicto continuó sin resolverse, lo que supuso que se retomasen las armas en el 2016 en un breve episodio rápidamente sofocado.

Al margen de determinar quién es el responsable de encender la chispa en esta ocasión, ya que tanto Armenia como Azerbaiyán se han lanzado acusaciones mutuas, lo verdaderamente relevante es que ambos países han decretado la movilización general con las consecuentes implicaciones regionales e internacionales caso de darse una escalada en el conflicto. En primer lugar, una guerra en esta región pondría en peligro el transporte del suministro de los gasoductos que van del Cáucaso hasta el Mar Caspio y con ello golpearía la frágil economía internacional en plena pandemia. En segundo lugar, la guerra entre armenios y azeríes reactivaría el enfrentamiento histórico entre cristianos y musulmanes que tuvo su episodio más negro con el genocidio armenio de 1915, nunca reconocido por Turquía. En tercer lugar, Erdogan extendería sus tentáculos por el Cáucaso y el sur de Rusia emulando al extinto imperio otomano al apoyar a Azerbaiyán, un país rico en hidrocarburos y por lo tanto con muchos más recursos económicos que Armenia, teóricamente respaldada por Rusia. Una nueva provocación que, de no recibir una contundente respuesta internacional, daría carta blanca a las ambiciones expansionistas turcas desequilibrando el Cáucaso, justo en la frontera de Irán y Afganistán.