Debate: ¿Es necesario encontrar un equilibrio entre la protección de la salud y la salvaguarda de la economía frente al covid?

En la segunda ola de la pandemia se plantean nuevas restricciones y confinamientos que pueden ser letales para muchas empresas y trabajadores que ya están en una situación límite

¿Salud o economía? Es la gran pregunta que se hacen muchos expertos a la hora de afrontar la lucha contra el covid-19 y la mayoría de ellos coinciden en que ambas no se pueden disociar. Alberto Ruano considera que el impacto económico de la segunda ola será menor en aquellas zonas que se anticipen e inviertan más recursos para controlar el virus. Por su parte, Alberto Vaquero estima necesario cambiar el modelo productivo español, demasiado dependiente del turismo, y cree que las restricciones temporales no tienen por qué resultar tan graves.


Anticipación, la clave para un menor impacto del covid

La evolución de la pandemia en estas últimas semanas vuelve a colocar a algunas zonas de España en una realidad próxima a la vivida en marzo y surge el debate de priorizar salud o economía. El bienestar económico de una sociedad influye en su salud, pero sin salud la economía se resiente. Aquellos países que han controlado mejor la pandemia (tanto asiáticos como europeos) han tenido un menor descenso de su Producto Interior Bruto, disminuyendo el riesgo de pobreza y aumento de la desigualdad en sus sociedades. Es posible que la evolución económica de las distintas regiones españolas en el futuro próximo esté ligado al esfuerzo que hayan realizado en el control y adaptación al covid (por ejemplo, el teletrabajo).

El impacto económico del covid va a ser menor en aquellas zonas que inviertan más recursos en controlarlo, se anticipen en la toma de decisiones sanitarias y antes adapten sus estructuras laborales y productivas a la nueva situación. Y buena parte de ello se basa en la anticipación y en la confianza. En cuanto a la anticipación, una parte de la población gallega tiene algún tipo de restricción por covid, aunque Galicia tiene los mejores indicadores epidemiológicos de toda España. ¿Tiene sentido? ¿Actúan unos precipitadamente y otros simplemente no actúan? En este caso la virtud no está en el término medio, sino en la anticipación. Se decidió confinar perimetralmente A Mariña a primeros de julio con una incidencia acumulada a 14 días menor de 150 casos por 100.000, logrando la normalidad en pocas semanas.

Anticipándose se consigue:

1.- Evitar la diseminación de la enfermedad, dificultando las cadenas de contagio.

2.- Evitar la saturación de laboratorios para la realización de pruebas PCR.

3.- Hacer que el rastreo de casos pueda ser efectivo, al tener un número de contactos manejable.

4.- Que atención primaria pueda contribuir al rastreo, sin obviar sus funciones.

5.- Evitar la saturación de camas hospitalarias.

6.- Reducir el impacto en mortalidad.

Anticiparse genera confianza en la población, lo que se traduce en confianza del consumidor. La actividad económica se resiente en menor cuantía (exceptuando la hostelería, cuya razón de ser es socializar), pero se preserva la confianza del consumidor ante una situación de cierta normalidad. La economía se sigue moviendo, como muestran ya algunos datos (un turismo que ha mantenido el tipo en la pandemia o un menor descenso en la matriculación de vehículos en Galicia frente a otras comunidades autónomas). ¿Casualidad o causalidad?

Autor Alberto Ruano Profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública. Coordinador del Grupo de Investigación de la USC

No es salud o economía, es salud y economía

Desde que comenzó la pandemia no he parado de escuchar la necesidad de elegir entre salud o economía. Este argumento es incorrecto y falaz. La salud no se entiende sin la economía y la economía no se comprende sin tener salud. Por lo tanto, más que bienes sustitutivos, deben ser tratados como complementarios, un concepto que, por cierto, explicamos en el primer curso a nuestros alumnos de Economía o de Administración y Dirección de Empresas.

Durante los momentos más complicados sanitariamente de la pandemia se tomó la única decisión posible: hubo que confinar a la población para evitar el contagio y el colapso sanitario, sobre todo cuando se carecía de los medios y la información para tratar el covid-19. Posteriormente llegó el desconfinamiento, un proceso que parece que fue demasiado rápido y del que ahora estamos viendo las primeras secuelas. Parece ser que este proceso de apertura económica tenía que haber sido mucho más progresivo, pero las tensiones políticas obligaron a forzar la máquina. Si bien parecía que todo estaba bajo control, no fue así, el desconfinamiento coincidió con buena parte del período vacacional, los ERTE amortiguaron la necesidad de volver al trabajo y los estudiantes no tenían que retornar a las aulas.

Sin embargo, la situación ha cambiado. Sin llegar a la crudeza de las cifras de contagiados y de muertes que observamos durante la pandemia, la situación en estos momentos es cuanto menos delicada y, de nuevo, se vuelven a escuchar las voces de aquellos que en su momento decían «salud o economía».

Yo no soy epidemiólogo, pero sí economista, y soy consciente de que este virus ha llegado para quedarse. Hay que intentar convivir con él, protegiéndonos adecuadamente, pero sin perder de vista el vector económico. Claro está, hace faltan hacer cambios. Algunos países europeos ya lo han visto y, habiendo tomado medidas, están obteniendo buenos resultados.

En primer lugar es necesario potenciar el teletrabajo. La productividad no tiene nada que ver con ir a la oficina y estar allí ocho horas. Se puede hacer lo mismo, o incluso más, desde casa. Sin embargo, en España estamos acostumbrados a fichar, aunque no consigamos estar en la premier league de los países más productivos. Y es que España no es un país para teletrabajar. De hecho, como muchas empresas no pudieron optar por este modelo, lo que aplicaron fue un reajuste de plantillas y, en el peor de los casos, echaron el cierre. Además, España es un país de micro y miniempresas y esto tampoco ayuda, puesto que son mucho más sensibles a las contracciones económicas que las grandes empresas y con menor potencial para adecuarse al nuevo escenario

En segundo lugar, España es (era) una potencia turística internacional. Lo anterior, que ha permitido durante muchas décadas mejorar el saldo de nuestra balanza de pagos, se ha convertido en nuestro talón de Aquiles, sobre todo por el elevado volumen de empleo temporal que conlleva esta actividad, que con la pandemia se ha visto que no era necesario. Una vez más quiero señalar la necesidad de cambiar nuestro sistema productivo; tenemos una dependencia endémica del turismo que nos ha pasado factura. Esto debería haberse previsto y no confiar tanto en el rescate económico de los turistas.

En tercer lugar, hay que potenciar el papel de lo público, en una doble vertiente. Garantizando los recursos suficientes a las personas que realmente lo necesitan y con ayudas fiscales a las empresas. Nuestro país ha establecido unas tímidas ayudas fiscales, posiblemente por los altos niveles de deuda que tenemos, pero los recursos destinados no son suficientes. Es más, los analistas coinciden en que las dotaciones del Fondo de Recuperación no tendrán un efecto inmediato; mientras tanto, los cierres de empresas se siguen produciendo y los ERTE no puede prorrogarse por mucho más tiempo.

En cuarto lugar, se van a producir confinamientos en el tiempo y en el espacio, no de la intensidad que hemos vivido, pero sí cuando sea necesario; se establecerán restricciones a la movilidad, pero de forma temporal. Esto tampoco debe ser algo tan tremendo, puesto que cuanto antes se mejore la salud, antes se recuperará la economía. El tremendismo y el pesimismo son malos acompañantes en el viaje de la recuperación económica.

Finalmente, hay que aplicar sentidiño. Somos un país al que no le gustan las prohibiciones, pero, o se penalizan realmente ciertos comportamientos irresponsables con la pandemia o iremos cada vez peor. Del mismo modo que nuestra educación cívico-tributaria es cuanto menos mejorable, nuestro respeto por las normas, también. Si no actuamos con responsabilidad, nuestra economía seguirá en la cuerda floja.

En resumen, tenemos que cambiar nuestra manera de hacer las cosas, por lo menos para amortiguar la situación económica que vamos a vivir en los próximos meses. No es salud o economía es economía y salud. Hay que saber convivir con la situación sanitaria.

Autor Alberto Vaquero García Profesor de Economía Aplicada. Grupo GEN de investigación de la Universidad de Vigo
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