«Es un pésimo dirigente, imbuido de una especie de pensamiento mágico: cree que, si se le ocurre el eslogan apropiado, resolverá el problema». El escritor Ken Follett definió recientemente y perfectamente con estas palabras al primer ministro británico, Boris Johnson. Pero se quedó corto. Podría haber incluido en ese mismo saco a todos los dirigentes populistas que en estos momentos naufragan frente al coronavirus. Y también a muchos de los políticos que siguen enganchados a los esquemas cortoplacistas y se mueren por cortar cintas y hacer inauguraciones tan ridículas como las de los dispensadores de gel en el metro de Madrid.
La escena, protagonizada por el vicepresidente de Ayuso, Ignacio Aguado (Cs) y su consejero de Transportes, el expresidente Ángel Garrido (ex del PP, hoy naranja), corrió como la pólvora por las redes sociales. Parecía un montaje, pero era auténtica. Y generó hilaridad, estupefacción e indignación. Fue chocante tanto en la forma como en el fondo, Madrid está en una situación sanitaria extremadamente delicada. ¿Por qué no se pusieron antes esas máquinas (y muchas más) en una infraestructura clave? ¿Por qué buscar esa foto sonrojante? Ahora que el PP quiere esconder a su estrambótica y muy quemada lideresa madrileña, ¿era imprescindible que alguien tomara el relevo de las «ayusadas»? ¿Cómo definiría Ken Follett a la presidenta madrileña?