El contador de la desconfianza

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

J.J. Guillén | Efe

10 sep 2020 . Actualizado a las 09:53 h.

Ha ocurrido un episodio sin duda menor, pero ilustrativo de las relaciones de poder: Pablo Iglesias confesó en la cadena Ser que había tenido una fuerte discusión con Pedro Sánchez por lo que él llama la «huida» del rey Juan Carlos a un país extranjero. No me consta si el cabreo del líder populista fue por el hecho de dejar huir al emérito o porque él se enteró por la prensa. Lo único confesado por el señor Iglesias es que no fue informado por el Gobierno que vicepreside. Pedro Sánchez le pidió disculpas, el gesto le pareció honroso a Pablo y no hubo más. Ciertamente, el jefe del Gobierno estuvo a la altura de las circunstancias, y no precisamente por las disculpas, sino porque demostró que es hombre que sabe guardar secretos. A Felipe VI le tuvo que agradar el detalle: no anda sobrado de personas en las que pueda confiar y las necesita con urgencia. Esa es la auténtica relevancia del episodio.

En cuanto a la solidez del matrimonio Sánchez-Iglesias, esta historia se quedaría en anécdota si no tuviera un segundo capítulo: Sánchez tampoco informó a su vicepresidente segundo del proyecto de fusión de Caixabank y Bankia. Ahí el señor Iglesias no estuvo quejoso: parece que entendió perfectamente que estas cuestiones de alto voltaje financiero se pueden romper si hay filtraciones y no hizo cuestión de honor del silencio presidencial. Pero van dos, que sepamos. Dos desde el comienzo de curso. No afectan a la estabilidad del Gobierno porque ninguna de las partes tiene la menor intención de renunciar a los sacrificios del poder, dos no regañan si uno no quiere, pero el contador de la desconfianza se ha puesto en marcha.

Se ha puesto en marcha porque no es lo mismo una discrepancia de dos partidos distintos ante una medida ordinaria de gobierno que una reiterada ocultación de informaciones, cuya interpretación dependerá del orgullo ofendido de la parte no informada. Hay, además, un riesgo añadido: el de la opinión publicada. Si esa opinión empieza a decir, como empezó, que Sánchez margina a Iglesias; que actuó a sus espaldas para negociar los Presupuestos con Ciudadanos; que rechaza la mayoría de las propuestas de Podemos, o que lo considera un incómodo compañero al que solo utiliza para mantenerse en el Gobierno, la relación se puede deteriorar. Pablo Iglesias puede perder batallas dentro del Gobierno, como corresponde a una coalición; pero no las puede perder en el escaparate de los medios informativos y con unos árbitros que parecen disfrutar con su humillación.

Pero esto, como comprenderán, no es lo peor. Lo peor es que resulta deprimente ver a los grandes responsables políticos en estas menudencias. Esos datos que dicen que España se está quedando atrás en la recuperación o que un tercio de los parados europeos son españoles requieren otro tipo de actitudes. Desde luego, una rebaja de la frivolidad.