La peor medida: no tener clase

Carlos G. Príncipe EN LÍNEA

OPINIÓN

María Pedreda

02 sep 2020 . Actualizado a las 09:47 h.

En la vida tenemos que escoger siempre. Tenemos que usar nuestra libertad para decidir el camino a seguir y, mi experiencia personal, pasa por buscar la solución mejor para el interés general; la menos mala pero que permita avanzar.

Nuestra comunidad se enfrenta ahora a una decisión difícil y no libre de problemas. Qué hacer con nuestros niños y nuestras chicas en relación a abrir o mantener cerradas nuestras escuelas. El protocolo con el que van a reabrir los colegios, institutos, facultades, centros de formación, escuelas infantiles… es mejorable. No dudo que además de las pruebas serológicas rápidas se pueden hacer test masivos de PCR, seguro que es mejor tener una ratio menor de alumnos por docente, seguro que otro modelo arquitectónico de nuestras aulas y centros educativos nos permitirían estar más tranquilos... Seguro. Pero lo peor que les puede pasar a nuestros hijos y nietos es que sigan cerradas sus aulas.

Ayer en Barcelona, el Hospital Vall d´Hebron publicó un trabajo -que se suma a otro publicado por el Hospital Sant Joan de Déu- en el que se demuestra lo que muchos pediatras habíamos constatado en nuestro trabajo cotidiano: en el covid-19 -a diferencia de en otras infecciones respiratorias producidas por virus como el catarro, la gripe o la bronquiolitis- no es el niño el principal transmisor. En los brotes que se van a producir inevitablemente en nuestros centros escolares en los próximos días, el agente responsable del contagio en la inmensa mayoría de ocasiones serán los adultos (y no me refiero a los profesores, que también pueden enfermar). Esto es lo que he podido observar desde marzo en las familias que dependientes de mi centro de salud se vieron infectadas por coronavirus. En 9 de cada 10 casos fue el adulto el que llevó el covid-19 al nucleo familiar y los niños resistieron mejor al contagio que sus mayores.

En estos casi 6 meses he visto y tratado las consecuencias intelectuales, afectivas y psicosociales que el confinamiento ha producido en niños y adolescentes, y es clarísimo, desde todo punto de vista, que lo peor para los niños y la sociedad es que las aulas sigan cerradas. Esta opción (no tener clase) es desde todo punto de vista y, también en términos de salud y de salud pública, lo peor que le puede pasar a Galicia y a España

Podemos tener miedo, pero el miedo no puede dirigir nuestras vidas. Por eso quienes siembran miedo ante la apertura de las clases, lo que hacen es robarle el futuro a toda nuestra sociedad. También a ellos como falsos profetas.