Cárcel o gotitas de veneno

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

SPUTNIK

27 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo empezó en Jabárovsk. Esta región en el extremo suroriental de Rusia, dista tan solo 25 kilómetros de la frontera china. Fundada en 1858 como puesto militar para hacer frente a la amenaza manchú no permaneció cerrada durante la era soviética por lo que coreanos, japoneses y chinos se instalaron en ella. Esto ha propiciado su carácter multicultural y que hoy sea núcleo de muchas transacciones comerciales. Esta ciudad de unos 600.000 habitantes vivió bajo la esfera de influencia de Putin, hasta que un miembro del Partido Liberal Democrático -también controlado en la sombra por Putin-, Serguei Furgal, presentó, de manera inesperada, su candidatura a gobernador de la misma en septiembre del 2018. Contra todo pronóstico logró vencer en segunda ronda al que había sido gobernador hasta ese momento, Vyacheslav Shport. Su victoria con casi el 70 % de los votos fue interpretada como una muestra de hartazgo de la población y como una afrenta directa al Kremlin, más aun teniendo en cuenta que Furgal encabezó las protestas contra la subida de la edad de jubilación, se bajó el sueldo y prohibió el vuelo en primera de los funcionarios.

Y como suele ser habitual en Putin, tiró de la carpeta que existe de cada personaje en Rusia y el 9 de julio de este año dio orden de arresto contra él acusándolo del asesinato de varios empresarios en 2004 y 2005. Dos días después comenzaron las protestas de la población que no ha dejado de manifestarse multitudinariamente. Su arresto y traslado a Moscú se considera una maniobra política contra quien no dudó en apoyar públicamente al activista opositor Alexey Navalny. Al margen de que sea culpable o no, no sorprende que hayan transcurrido 15 años desde los eventos de los que se le acusa. Y no sorprende porque cerca del 82 % de los gobernadores rusos también están encausados, curiosamente todos opuestos a Putin. Y es que, los que se enfrentan al Zar suelen tener solo son dos salidas: la cárcel o el envenenamiento como le pasó a Litvinenko y ahora le sucede a Navalny.