De envenenamiento y otras formas de proceder

José Julio Fernández Rodríguez TRIBUNA

OPINIÓN

María Pedreda

24 ago 2020 . Actualizado a las 09:24 h.

Todos los países tienen asuntos oscuros y turbios, sin duda. Sin embargo, la aclaración de los mismos es proporcional al nivel de su democracia, es decir, al grado de transparencia de su sistema público y a la capacidad de sus jueces de resolver tales asuntos. Pues bien, en Rusia, como democracia imperfecta, pueden existir obstáculos diversos para conseguir arrojar luz a cuestiones que quizá perjudiquen a los que detentan el poder.

En el país de los zares aún pesan en sus formas de gestión modos de actuar que proceden del pasado, lo cual es un problema ya que este pasado es, ni más ni menos, la dictadura tal vez más represora de la historia de la humanidad, la Unión Soviética. Tampoco ayuda el carácter excesivamente personalista de Putin, ni cierta carencia en su opinión pública por líderes duros e impositivos. Estos elementos explican cómo en los últimos años distintos sucesos no se han logrado aclarar de una manera satisfactoria.

Los tres purgados más conocidos son Politkóvskaya, Litvinenko y Navalny, los dos primeros muertos y el otro ahora en coma. La periodista Politkóvskaya fue tiroteada en Moscú en 2006. El espía desertor ruso Litvinenko pereció por radiactividad también en 2006 en una presunta acción de los servicios secretos de su país en Londres. Y el pasado día 20 el líder opositor Navalny, según ciertas fuentes, fue envenenado con una sustancia mezclada con su té. Eso sí, oficialmente los médicos rusos negaron tal extremo al indicar que el problema se había originado en un «desequilibrio glucémico». De nuevo, confusión y/o desinformación. Estas formas de proceder, de ser ciertas, permiten no solo eliminar rivales o sujetos incómodos, sino también, y lo que resulta más importante, enviar un mensaje de lo que le puede esperar a quien se aparte en exceso de la senda oficialista. De momento, Navalny se debate entre la vida y la muerte en Alemania, a donde fue llevado para ser tratado, con autorización, eso sí, de Moscú. Ya se sabe que los líderes políticos opositores lejos de su país causan menos problemas.

En todo caso, no se nos entienda mal. Estamos criticando las carencias democráticas del país eslavo y de su propio sistema educativo, que no forma una ciudadanía activa mayoritaria. No lo estamos demonizando. Ojalá fuera nuestro aliado, como pudo serlo en su momento tras el fin de la bipolaridad (¿alguien recuerda el Consejo OTAN-Rusia?) Pero llegó un punto en el que los halcones estadounidenses decidieron que era mejor tenerlo como rival. España perdió mucho con este viraje, pero no nos quedaba otra que ser arrastrados por nuestros aliados. El tema cultural también presenta relevancia: quien conozca rusos concordará conmigo que su idiosincrasia es similar, curiosamente, a la de los españoles.