«Al volver a su 'aula burbuja' contagiarán a los demás niños»

Cartas al director
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OPINIÓN

Iván Terrón | Europa Press

18 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Aulas burbuja, aulas de contagio

A menos de un mes para empezar el nuevo curso escolar, mi preocupación como madre de un niño que empieza tercero de primaria va en aumento. Mi hijo es alumno en un centro de nueva creación con unas instalaciones perfectas, pero con unas aulas muy pequeñas. No tienen capacidad para tener niños separados por mesas.

En este contexto que planteo es dónde está realmente mi preocupación con esas «aulas burbuja», donde los niños no usarán mascarilla ni habrá distancia de seguridad. Por mucho que aíslen esas clases del resto, es imposible un control de los veinticinco niños que hay en ellas. Esos niños asistirán a actividades extraescolares y se relacionarán con otros niños. Pueden ser contagiados fuera del centro de enseñanza y al volver a su «aula burbuja» contagiarán a los demás niños.

Como gran parte de los hogares en Galicia, convivo con gente de riesgo. Nos cuidamos mucho por el miedo de poder contagiar a nuestros mayores con el virus, pero ¿qué puede pasar con esos niños que vuelven a casa después de estar horas en su colegio sin usar ningún tipo de protección?

Supongo que habrá muchas otras opciones, como repartir en mañana y tarde la docencia, siempre obligando el uso de la mascarilla (nuestros niños están habituados a usarlas).

Hasta ahora cuidamos de nuestros hijos obligándolos a usar mascarilla, a guardar la distancia de seguridad… Todo eso no va a servir de nada cuando empiecen en esas aulas de contagio sin medidas de protección. Mónica Ramudo.

Oposiciones del Estado y covid-19

En una situación donde el número de casos de coronavirus casi se triplica cada 15 días, ¿es necesario obligar a opositores a desplazarse entre comunidades autónomas? Digo obligar porque los opositores no tienen otra opción más que ir , pase lo que pase. Esta muy bien decirle que si tiene síntomas no vaya al examen, pero si llevas cinco años o más preparando un examen vas a ir aunque rompas una pierna.

La irresponsabilidad es de quien convoca un examen donde puedes desplazar a 5.000 personas entre comunidades autónomas. El chiste aparece cuando tienen que firmar una declaración de que estas sano. Supongo que será para culpar de un posible brote a los opositores. M. C.

La realidad, aunque no se quiera ver

El indiscutible protagonista del 2020, mal que nos pese, viene siendo un ser diminuto que según los científicos solo llega a vivir dependiendo de las células. Y parece tener predilección por las nuestras, es decir, podría cantarnos aquello de «sin ti no soy nada», pero contigo soy una pandemia, letal con unos, tóxica con otros, traicionera y tocanarices con todos. Cuando nos confinaron creímos ingenuamente que al abrir las puertas de la libertad ya había desaparecido el enemigo. Pero nos estaba esperando como un ladrón detrás de la puerta. Claro que, como siempre, cada cual tiene su criterio y actúa de acuerdo con el mismo. Hay hasta quien lo niega. Aunque parezca mentira, cualquiera puede manifestarse un día radiante de verano para negar la existencia del sol que nos alumbra. Y está en su derecho. Un negacionista del sol. Nadie va a impedirlo. Lo terrible es cuando estos hechos son creídos y asumidos como ciertos por una parte, aunque sea pequeña, de la sociedad. El daño se multiplica de forma exponencial. Y lo que es peor, cae como una bomba de racimo. Alcanza a quien pasa por allí con un abanico de posibles males, incluida la muerte. Suena fuerte, pero ya no sirven los eufemismos. Es mejor llamar a las cosas por su nombre porque la realidad se impone. Aunque no se quiera ver. Marisé Vilasuso. As Pontes.

Una plaza llena de anuncios

La plaza de Oswaldo Codina, una de las principales y más concurridas de Mondoñedo, se ha convertido en un anuncio de cerveza. Primero fueron las grandes sombrillas anunciadoras de cerveza, que sustituyeron a las lonas blancas que se ponían antes y que no tenían marcas comerciales patrocinadoras. Luego han llegado los carteles publicitarios, más de diez enormes vallas que delimitan innecesariamente el espacio de cada una de las terrazas. Así, una preciosa plaza ha quedado convertida en algo indescriptible, feo y sin sentido alguno, y por donde apenas queda un pasillo de poco más de un metro para poder pasar.

Supongo que los propios hosteleros intentan hacer el lugar lo más atractivo posible para visitantes y turistas, antes que convertir la plaza en un espacio intransitable lleno de vallas y anuncios. Me gusta la cerveza y me gusta la publicidad, pero, como casi todas las cosas, siempre es mucho mejor con moderación y sentido común. Fernando Montañés. Mondoñedo.