Vamos a hablar del turismo

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

CARMELA QUEIJEIRO

13 ago 2020 . Actualizado a las 08:55 h.

A todos nos gustaría que España construyera coches como los alemanes, que fabricase smartphones y televisores como chinos y coreanos, o que desarrollara software y tuviera la capacidad de emprendimiento de los estadounidenses, que han sido capaces de crear las mayores multinacionales del planeta fuchicando en un garaje. Pero resulta que lo nuestro no es eso, nosotros vivimos del turismo.

A menudo, cuando se habla del turismo se hace con un deje despectivo, como si fuera algo peyorativo que la economía dependa de recibir visitantes, alojarlos, darles de comer y enseñarles las maravillas naturales e históricas. Pero en el siglo XXI el turismo es una industria, y de las más potentes. Moviliza cada año a más de 1.400 millones de personas en todo el mundo, y en España aporta 175.000 millones de euros al PIB y genera el 14 % de los empleos. El turismo es uno de los motores de la economía global y, ¡qué mala suerte hemos tenido!, somos líderes en este sector.

Evidentemente hay margen de mejora: atraer más turismo de calidad, elevar el nivel de gasto por viajero y poner en valor nuestro patrimonio. En Francia por ejemplo, la fervenza do Ézaro sería de pago, y muchas catedrales europeas -e incluso españolas, como la de Burgos- ya cobran por el acceso a sus tesoros artísticos. En Italia la mayoría de las playas exigen una tarifa por poner un pie en la arena. No digo que ese sea el camino, pero a veces parece que regalamos el maná que nos ha caído del cielo.

Ahora, con la pandemia, hemos sido los primeros en pegarnos un tiro en el pie. Las restricciones exageradas -la mascarilla al aire libre no es obligatoria en ningún estado de Europa occidental-, las trabas a la hostelería y el goteo incesante de casos de covid-19 que se ventila ante la opinión pública internacional convierten a España en un destino poco apetecible. Y el resto de países han encontrado el chivo expiatorio perfecto para que no se hable de lo que pasa dentro de sus fronteras. ¿Alguien se acuerda del matadero de Gütersloh (Renania del Norte-Westfalia, Alemania), donde se contagiaron más de 2.000 personas a finales de junio?