Los «millennials» ante la crisis actual

OPINIÓN

Santi M. Amil

13 ago 2020 . Actualizado a las 08:56 h.

Las lecciones extraídas del covid-19 se pueden ir concretando en dos grandes ejes. De una parte, ha generado un estado de ánimo y unas expectativas altamente gravosas en términos económicos y sociales; y, de otra parte, ha acelerado las tendencias desequilibradoras en términos generacionales y en el ámbito de las condiciones de trabajo. En lo tocante a las primeras, todos los informes emitidos por los organismos institucionales subrayan una caída del PIB superior al 10 %; unas pérdidas de empleo estimadas en millones de personas; y un descenso en los niveles de consumo y de inversión que harán retrasar las fases de recuperación o de vuelta a la situación anterior en más de un bienio. En lo que atañe a las segundas, son escasos los análisis que hacen mención a estas dinámicas. De ahí, que nos centremos en ellos.

El covid-19 está provocando una grave situación en lo concerniente a la igualdad de oportunidades. Resulta claro que entramos en una nueva era, en la que predominará la digitalización y, con ella, irrumpirán nuevas condiciones de trabajo. Afectará, sin duda alguna y de manera predominante, a la gente más joven y con niveles de estudios (o de conocimiento) muy específicos. Significa que el tramo de población nacida a partir de los años 80 y que tiene en la actualidad menos de 40 años será la generación que sufra dos grandes recesiones: la del 2008 y la actual. Han nacido y han vivido en épocas de prosperidad y de crecimiento económico; pero, ahora, cuando están en edad de trabajar y de sustituir a otra generación (por edad y por responsabilidad), les estallan las burbujas y sufren los efectos de la crisis. Son los denominados millennials, los más sacrificados de este período de tiempo. Primero, porque sus salarios se han ido reduciendo progresivamente; y, en segundo lugar, porque en el ámbito de sus relaciones contractuales han perdido ciertos derechos y aumentado sus vulnerabilidades asumiendo, en consecuencia, condiciones de precariedad. En suma, si analizamos sus condiciones laborales constatamos que han visto disminuir determinados derechos adquiridos por las generaciones anteriores; y sus expectativas de futuro poco han mejorado respecto a las perspectivas existentes años atrás. Dicho en otras palabras, el covid-19 ha limitado sus posibilidades de futuro e incrementado su incertidumbre. O sea, han ido a remolque, sometidos a fuertes golpes y a bruscas transformaciones.

La actual situación los asocia a una generación marcada por las crisis, aceptando adaptaciones constantes y asumiendo la flexibilidad como norma básica de sus conductas. A nuestro juicio, es la generación que asume la denominada ruptura del ascensor social, por las que las expectativas de futuro no estarán marcadas en superar y mejorar las opciones alcanzadas por sus padres. Ahora, como me apunta alguno de ellos, se ven trabajando en lo que sea.

Por eso, el trabajo de los políticos y de la sociedad en general debería radicar en pensar y en actuar tratando de evitar varias situaciones previsibles. En primer lugar, impedir la exclusión social y tecnológica de dichas generaciones, dadas las reducciones de expectativas e inadaptaciones técnicas, al socaire de las brechas digitales; en segundo término, apostar por aprovechamiento del potencial de crecimiento, para que no se pierda la oportunidad de su formación y conocimientos, ni tampoco genere traumas; y, finalmente, inyectar dosis de confianza, a fin de que no se aplace su responsabilidad en las tareas de futuro. Sin duda, es una apuesta necesaria e ineludible.