«En menos de un mes se retoma el curso escolar y aún no sabemos las medidas específicas»

Cartas al director
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OPINIÓN

Óscar J.Barroso - Europa Press

13 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre nuestros mayores

Mi madre está en una residencia privada, son circunstancias personales que llevan a recurrir a estos servicios. No pretendo entrar en el debate entre lo público y lo privado, simplemente reseñar que estén donde estén nuestros seres queridos lo último que necesitan es que el sistema los abandone.

Si se produce un contagio o un fallecimiento por covid en una residencia inmediatamente es noticia, pero que día a día vayan perdiendo sus capacidades cognitivas a pasos agigantados y fallezcan por innumerables patologías que ahora no son convenientemente tratadas, eso parece no importar a nadie. Todo ello extrapolable a los centros de día y a la gente mayor que es atendida en sus domicilios.

Son los que más tiempo llevan confinados, en muchos casos desde que antes de que las autoridades sanitarias lo decretasen, y ahora debido a los rebrotes vuelven a estar encerrados sin poder salir ni recibir visitas. La pregunta es, ¿hasta cuándo?

Tengo miedo de no poder volver a disfrutar un día de su compañía y tener como único contacto un teléfono, viendo cómo poco a poco se va apagando entre el desánimo y la soledad. Suenan estupendas las noticias de las residencias libres de covid y las estadísticas de Política Social sobre el tema, pero sonaría mucho mejor la noticia de que el sistema se ha puesto en marcha para atenderlos como realmente se merecen: como personas y no como simples números dentro de una estadística. ¿Es mayor el riesgo la visita controlada de un familiar que el contacto con el personal de la residencia? Dejémonos ya de hipocresías y de tratar a nuestros mayores como un negocio, como simples datos o, en muchos casos, como un cero a la izquierda.

Un llamamiento a aquellos que pueden tomar decisiones sobre el tema, políticos, gestores de residencias, sociedad en general. Aislarlos no es la solución, ya que el abandono y la pena también matan. Tomás Trigo Castro. A Coruña.

¿Qué pasa con los colegios?

Soy madre de un niño de 5 años que convive con gente de riesgo elevado si contrae el covid-19. Este año cursaría tercero de educación infantil en una escuela unitaria, sin servicios complementarios de comedor, transporte, ni extraescolares. Para conciliar la vida laboral, familiar y educativa de mi hijo cuento con la ayuda de los abuelos (con riesgo también alto).

En menos de un mes se retoma el curso escolar, pero aún no sabemos cuáles son las medidas específicas que se adoptarán en los centros educativos para garantizar nuestros derechos constitucionales de seguridad y salud.

Son múltiples las dudas que me surgen y considero que a un mes del inicio, y con la situación de crisis sanitaria actual, deberían estar solucionadas. Por ejemplo, si se reducirán las entradas y salidas de personal en el aula al mínimo imprescindible, si se realizarán controles de temperatura a la entrada, si se utilizará el mismo calzado en el interior del aula en donde los niños jugarán en el suelo, si se harán entradas escalonadas o turnos de asistencia, cuál será el ratio de atención dedicado a estas cuestiones o si se restará de la atención docente, si se considerará absentismo —y, por tanto, baja— cuando una familia por riesgo decida no enviar a un menor al centro ante cuestiones de inseparabilidad epidemiológica de la zona...

A un mes vista del inicio y con panorama crítico en muchas zonas de Galicia y España, considero inadmisible la falta de previsión e información, que genera si cabe una mayor sensación de inseguridad. Ledicia Castro Ansede.

Los inquisidores

Es curioso comprobar cómo cambian su discurso los progres cuando sus élites detentan el poder. Inmediatamente construyen un muro de protección infranqueable a base de desviar la atención. Ahora la diana es el rey emérito. No importa que este (des)Gobierno sea el que peor gestionó la pandemia de todo el mundo; que en lo económico nos lleve a la ruina, y que, con la que está cayendo, su presidente tome el Falcon y se marche de vacaciones, ¡oh casualidad!, a la finca que el propio rey emérito cedió a Patrimonio Nacional. Lo que importa es desviar la atención atacando no solo sin piedad, sino con auténtica ira, a la persona más importante de España en el último medio siglo, que como cualquier ser humano pudo haber cometido errores y hasta hechos delictivos, que eso habrá que verlo. Pero no, hay que machacarlo y, de paso, tratar de zarandear la monarquía. Menos mal que ya no existen las hogueras o piras, porque estos inquisidores ya estarían juntando leña. No les importa para nada la presunción de inocencia, ni que la Fiscalía esté investigando. Ellos ya sentenciaron: culpable de todo. Y no satisfechos por haberlo despojado de todo, desde honores al propio sueldo, y haberlo obligado a irse de España, ahora quieren saber dónde está. ¡Pues que esté donde le dé la gana! Ni a ustedes (ni a mí) tiene que dar explicaciones. Ya se las dará al juez, llegado el caso. Manuel García Castro. A Coruña.