Mascarillas y sentidiño

Rosendo Bugarín González FIRMA INVITADA

OPINIÓN

05 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La mascarilla ha demostrado ser un instrumento eficaz para evitar el contagio del covid-19. Por ello, las autoridades sanitarias se han mostrado cada vez más incisivas en su utilización de tal manera que, en la actualidad, son obligatorias en la mayor parte de las actividades sociales.

Naturalmente, la normativa que regula este uso ineludible también establece que pueden existir excepciones que deberán ser refrendadas a través de un informe médico. Esto ha provocado que con cierta frecuencia algunos usuarios, alegando motivos diversos, acudan a su médico de familia solicitando dicho documento y así acreditar su exención.

Sin embargo, los médicos no tenemos una orientación clara sobre cómo abordar estas solicitudes. Las recomendaciones son muy genéricas y hacen referencia a «aquellas personas con algún tipo de dificultad respiratoria que pueda verse agravada por la utilización de la mascarilla y a aquellas cuyo uso se encuentre contraindicado por motivos de salud o que por su situación de discapacidad o dependencia presenten alteraciones de conducta que hagan inviable su utilización».

Las evidencias científicas sobre qué condiciones pueden justificar una exención médica son muy escasas. Ni son claras en situaciones como por ejemplo la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, si no se acompaña de una exacerbación activa. Es decir, salvo la incomodidad, no parece que vayan a provocar otros perjuicios y, además, los pacientes que sufren dicha dolencia corren mucho peligro si se contagian y pueden ser importantes contagiadores. Es posible, por tanto, que esta enfermedad debería ser una indicación insoslayable para el uso de mascarilla y no un motivo de exención.

Además, toda esta incertidumbre y desconcierto generan una variabilidad, en la diferente toma de decisiones por parte de los médicos, que no es justa.

Nos enfrentamos, por tanto, a un nuevo dilema ético: por un lado, la protección del bien común y, por otro, el respeto a la persona. El equilibrio no es fácil. Aunque sea una obviedad, es importante tener en cuenta que el hecho de poseer un certificado de exención de uso de mascarillas no hace que esa persona deje de ser contagiosa si se infecta de covid; por ello desde mi punto de vista, y así se lo propongo a mis pacientes, el informe se debería acompañar de una recomendación de evitar las actividades sociales en lugares cerrados y posiblemente (al menos en algunos casos) también las de espacios abiertos, por lo que debería evitar salir de su casa.

Es muy importante lo que nos jugamos, la sociedad debe entender que ante una medida sanitaria todos debemos gozar de sus beneficios, pero también todos debemos soportar sus posibles cargas. Por eso no queda más remedio que apelar a la responsabilidad, a la solidaridad y al sacrificio, es decir, a nuestro sentidiño.

Como nota final quiero decir que no entro a valorar moralmente ciertas tendencias recientes, entiendo que anecdóticas, negacionistas del uso de mascarillas, que incluso han llegado a proponer denuncias a los médicos que rechacen emitir los certificados de exención y medidas reivindicativas que lleven al bloqueo y la saturación del sistema sanitario.