Hablando del rey que nació en Roma
Entre las magníficas citas que acuñó la Transición, hay tres que mantienen toda su vigencia, y que podrían evitar que España descarrilase a causa de la crisis institucional, sanitaria y económica que padecemos. La primera, y también la más aguda, la pronunció Fernández Miranda durante la agonía del dictador, cuando, preguntado por las «previsiones sucesorias», salió del paso con esta impecable respuesta: «Después de Franco, las instituciones». Don Torcuato era muy consciente de dos premisas fundamentales: que la instituciones eran franquistas, y habían sido modeladas para otros fines muy distintos; y que las instituciones son las únicas que pueden dar una respuesta ordenada, oportuna y eficaz a las demandas colectivas. Y por eso acertó de lleno al insistir en que, si el cambio se abordaba fuera de las instituciones, no sería pacífico, no tendría éxito y no sería aceptable para todos. Y eso es lo que pasaría ahora si, en vez de resolver a través de las instituciones la grave crisis que generó el rey emérito, manipulamos el andamiaje institucional para producir una ruptura republicana. Porque ninguna de las generaciones actuales vería solucionado uno de los cleavages más acervos que arrastra nuestra política desde finales del siglo XVIII.