No es un examen tipo test ni entra en selectividad. Pero si les hablo de Labrador, Juani, Maite o de Oriana apuesto que no los conocen, pero algo me dice que tampoco los encajarían como los nuevos diputados del BNG. Así que me atrevo a presuponer que si tuvieran que ubicarlos los colocarían en algún reality de Telecinco. Y no van desencaminados, porque estos nuevos famosos televisivos no tienen nombre y apellido. Les vale con el nombre de pila y a partir de ahí lo que toca es tirar de genealogía mediática para entender de dónde salen todas estas familias de enormes cruces. Pero ahí están llenando la parrilla de Mediaset y organizándose como una especie evolutiva que seguirá dándonos horas de show como una casta que no necesita alcurnia. Antes, les hablo del pleistoceno de los ochenta y noventa, los famosos tenían apellido (Lola Flores, Julio Iglesias, Carmen Sevilla...) y hasta en el papel couché patrio se necesitaba esa carta de presentación (Marta Chávarri, Marisa de Borbón, Carlos Falcó...), pero ese famoseo se lo ha tragado la tele. Por eso no extraña que esta misma semana cuando le preguntaron a Labrador (prefiero no darles descripción) quién era Isabel Preysler el pobre hombre puso cara de interrogante. Ninguno conocía tampoco a Carmina Ordóñez. Tal vez el futuro era esto, que el tiempo borrase el mundo que vivimos como certeza. Los nuevos famosos no saben quién es Isabel Preysler, cualquiera se atreve a preguntarles por Vargas Llosa.