Hormigueros, columpios y pasmar

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

WALT DISNEY COMPANY

05 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Leo a mi compañera Ana Abelenda contar en el Yes de La Voz la lista de deberes que propone el profe Manolo para el verano y me quedo asombrado. Todavía hay vida inteligente sobre la Tierra. Estamos a salvo. Suscribo lo que propone. Sus benditas tareas se podrían resumir en el título de Josep Pla, La vida lenta. El profe Manolo, que arrasó con sus propuestas en el 2018, dice que lo que tienen que realizar los chavales es «hacer una mapa del tesoro, contemplar cómo funciona un hormiguero o fabricar un reloj de sol». También quiere que nuestros críos salten a la comba, usen una máquina de escribir o pongan un tocadiscos. Genialidades. Lean cómo lo explica Manuel Gordillo, el autor de Deberes de vida: «A veces olvidamos que el fin de la educación es ser feliz y ser independiente. Hay que educar para la vida. Y saber que algo solo se aprende cuando se hace». Este maestro en el sentido literal de la palabra deja cortas las enseñanzas de Kung Fu y el pequeño saltamontes. Tras Pandemia, necesitamos más que nunca que nos prescriban menos pastillas y que nos manden algo tan sano como columpiar a alguien, una manera maravillosa y gratis de «dar felicidad a otra persona, de hacer que otro se divierta». El que no haya columpiado a sus hijos no ha sido padre. El que no haya sido columpiado hasta las nubes por su padre no ha sido hijo. Me parece fabuloso lo de observar un hormiguero. Mirando hormigas se aprende tanto como con una enciclopedia. Mirarlas, no pisarlas. Habrá quien piense que así solo perdemos el tiempo, pero sucederá justo lo contrario: los chavales ganarán tiempo perdiéndolo. Uno de los puntos más fuertes de estos peculiares deberes para el verano es disfrutar de los abuelos, siempre que las condiciones de salud de Pandemia, nos lo permitan. El amor entre abuelos y nietos está lleno de matices, nunca se agota, como el sol que brilla sobre la lámina del océano. El profe Manolo nos debe una versión para adultos de sus deberes. Los adultos tenemos siempre esmagado el niño que fuimos y que podemos volver a ser. Saltando a la comba o al columpiarnos podemos resucitar a ese pequeño que aún late dentro de nosotros y al que nunca debemos anular por muy tiroteados que estemos por la vida. Al final todo se resume en un beso. ¿Hay algo mejor que un beso? Le propongo al profe Manolo la guinda a sus tareas: pasmar. Qué necesario es pasmar. Pasmando con fuerza casi escuchamos cómo crecemos por dentro, lejos de una existencia de clics, clic, clic, clic, los falsos latidos modernos, que nos asfixian con su velocidad exagerada de gran premio para nada.