Descerebrados

Celso Alcaina EN LÍNEA

OPINIÓN

SHUTTERSTOCK

24 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los medios publicaban la noticia: nace un niño británico sin cerebro. Más exactamente, con solo el 2 % de masa cerebral. Se había pronosticado su muerte en el parto o una vida de pocos días. Noah ya tiene 6 años. Anda y habla. Tiene el 70 % de función cerebral. Sigue progresando.

El caso es excepcional. No único. Hay casos similares. Prodigiosos. Entre ellos, algún universitario, incluso un brillante matemático. No se enteraron de su anomalía hasta su adultez. Pilar Tirado, neuróloga del Hospital La Paz, escribe: «Una pequeña cantidad de masa cerebral puede aprender y desarrollar funciones propias de otras partes del cerebro de las que carece. El sistema nervioso central tiene gran plasticidad y capacidad para reinventarse».

Es admirable que los carentes de cerebro se comporten humanamente. El hecho nos lleva a comportamientos deshumanizados de quienes poseen todo su cerebro. Un cerebro que nació completo y capacitado. El ambiente social fraguará en él convicciones tendentes a la delincuencia. Mensajes incorrectos. Un cerebro que los graba. La familia, la sociedad, el grupo infantil. El subconsciente lo absorbe. La matriz está lista. Responde automáticamente. La mente no envejece. La conciencia clasifica y canaliza. ¡Ay! si no expulsa las malas matrices. Pensemos en los terroristas. Seres humanos, con madre, hermanos, amigos, hijos. Acciones de barbarie indiscriminada. Aparentemente, con cerebro perturbado. Actúan sin razón. Matan por matar. Mueren por matar. Es preciso buscar una explicación. No todos son psicópatas, ni todos iguales. Quizá gobernantes y pueblos no estén exentos de culpa. Es preciso eliminar injusticias sociales y políticas. Los cerebros de los terroristas han sufrido una transformación que los impulsa a actuar con objetivos deseables. A veces es la recompensa o la venganza. Otras, el martirio, la patria, el paraíso.

La realidad de los «descerebrados» nos lleva al insondable misterio de la naturaleza humana. Nunca lograremos atrapar la totalidad de los secretos de las fuerzas naturales. La Iglesia llama «milagros» a los hechos maravillosos. Son siempre curaciones. Compromete a nuestro Dios en actos del curso natural. Este es su pobre razonamiento: no es explicable, luego es obra de Dios. La divinización de lo maravilloso comporta una visión errónea de Dios. Un Dios que discrimina, elige y protege. Y abandona a otros con idénticos sufrimientos y que han realizado idénticas preces.

Shelly embarazada de doce semanas había sabido de la anormalidad del feto. Se negó a abortar. Se encomendó a los videntes de Fátima. El parto fue normal. Noah evolucionó bien, aunque con retraso. Shelly comunicó lo ocurrido a su párroco católico en la pequeña ciudad de Selby. El padre Kenion habló con el obispo de Nottingham. El Vaticano envió un funcionario. Recogió datos, fotos, testimonios. Unió todo al expediente de canonización de los videntes de Fátima. Los peritos dictaminaron. Un descerebrado no puede realizar las funciones vitales que desarrolla Noah. Es milagro.

Concluyo: ¿Quienes son los «descerebrados»?