Empacho de patriotismo

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

20 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La última moda entre la clase política de este país es airear sus méritos para considerarse el más patriota del mundo mundial. En unos tiempos como los que vivimos, cuando aún no despertamos de la pesadilla, se libra una batalla sobre quién defiende mejor a su país. Se han contagiado de los terratenientes, toreros, banqueros y monárquicos, que el patriotismo lo traen ya de serie. Y así Sánchez dice ser más patriota que Casado; este más que Iglesias, y el facherío se proclama patriota radical porque para eso defiende la tauromaquia y lleva la bandera de España en la mascarilla.

Estos chicos es lo que tienen. Que de cualquier cosa hacen un problema y crean una disculpa para atizar al adversario y aparecer en los medios. Arrogarse ser más o menos patriota y recorrer el país mostrándose como tal es de un infantilismo incomprensible e impropio de personas adultas y juiciosas. Porque ese amor a la patria no se corresponde con sus comportamientos, ni con el respeto a los ciudadanos.

Por ejemplo, sus señorías acaban de demostrarnos escaso patriotismo cuando solo uno de ellos, Odón Elorza, renunció a cobrar la indemnización por alojamiento, desplazamiento y gastos durante los meses de encierro; que por lo visto estuvieron todos de aquí para allá. O lo manifiestan a diario anteponiendo sus intereses electorales a los generales del país. O cuando desoyen las primeras necesidades sociales.

Patriotas son los que no hablan de patriotismo. Quienes cada mañana se levantan dispuestos seguir en la batalla. Los trabajadores y autónomos que no saben si la próxima semana tendrán empresa y los empresarios que no duermen cavilando en cómo pagar las nóminas a fin de mes. Y los que pagan aquí los impuestos. Y los que no defraudan. Y los que se dejan la piel tratando de ayudar a los más necesitados. Entre otros muchos, claro.

No se puede decir que se ama a España y proclamarse servidores públicos, y hacer lo que están haciendo: actuar con desprecio hacia el país. Pero esa obsesión la explicaba muy bien Henry Louis Menckne, uno de los escritores norteamericanos más influyentes. «Cuando oigas a un hombre hablar de su amor por la patria, es signo de que espera que le paguen por eso». Y lo peor es que les pagamos.