«Necesitamos conservar la esperanza en que se hará justicia»

Cartas al director
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OPINIÓN

JOSE CABEZAS | Reuters

20 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La desesperanza de no poder confiar en la justicia que nos queda

Por los que tuvieron que dejar morir solos a sus mayores, aislándolos en una habitación de casa. Por los sanitarios, que sacrificaron su salud por los enfermos. Por los que llevan cuatro meses autoaislados, para evitar contagiar a sus familiares. Por los instaladores de hospitales de campaña, que entregaron su trabajo y recursos.

Por todos ellos y muchos otros, necesitamos conservar la esperanza en que se hará justicia, una esperanza que se desvanece con el anticipado sobreseimiento de la causa del 8-M, sin mayor proceso de investigación.

Y ante esa desesperanza, nos queda aceptar que se sientan exonerados de responsabilidad aquellos que deciden por nosotros, nos queda presenciar cómo entre tanto dolor los representantes políticos se entretienen con infantiles guerras de egos, nos queda cumplir con las imposiciones de nuevas normas dictadas sin consenso.

Pero la desesperanza no proviene de comprobar la falta de responsabilidad en los que deciden, sino del hecho de tener la impresión de que la justicia no es justa. Ángela Sacarrera. A Coruña.

¿Fin del estado de alarma?

En 48 horas regresamos a la normalidad menos normal. Los ERTE anestesiando una enfermedad que se llama economía, la ministra Calviño a la espera del dinero germano, con pocas iniciativas de reajuste interno, bajadas de los salarios públicos y las pensiones, subida del IVA, el PIB por debajo del empleo. El turismo directo es el 12 %, pero indirectamente alcanza el 20 %. Se debe activar el turismo interior, no exclusivamente el de los guiris.

A mi amigo Paco, el del chiringo de mi playa, le comento que deberían exonerarlo de sus pagos a la Seguridad Social. Él se ríe, me sirve una sangría, y juntos divisamos el bello mar de la duda, con la única pretensión de compartir. Antonio Zas. Malpica.

Apariencias

Las apariencias engañan, y más engañarán a quien solo se fije en la apariencia. Viene esto a cuento de que el concepto que tenía de un joven vecino barbudo, al estilo talibán, ha girado 180 grados y eso que la geometría no es de mi devoción. Y me he dado cuenta de mi exagerada hipocresía. A veces, cuando aparecía por la taberna junto a sus amigos, las señales faciales de la pandilla se iluminaban entre nosotros como faros, indicando tal extravagante y barbudo carisma.

Resulta que tuve que ir a la veterinaria a las 10 y, justo frente a la acera, de un coche aparcado salían los maullidos lastimeros de un gato pidiendo socorro. Cada dos por tres algún que otro peatón se paraba y examinaba el coche. A las 12.30, al volver a pasar por delante, vi que había un corro de jóvenes y mayores viendo cómo aquel mi joven y barbado vecino salía debajo del coche con un precioso gatito atigrado en sus manos. La ovación no se hizo esperar.

Hoy, en las tazas de la tarde-noche, se lo comenté a la pandilla y el más viejo de la parroquia se quedó de piedra, murmurando que a veces un ángel mal vestido, por un diablo puede ser tenido.

Aquel joven pastún se había ganado, con creces, mi mayor consideración y aprecio, haciéndome sentir, a mis años, un poco más miserable y fariseo. ¡Y quién nos diría que toda la pandilla le dedicaría una ronda más en su honor! Ahora mismo, su barba estrafalaria, estrambótica, grotesca o chocante la vemos solo como pintoresca o incluso apostólica. A veces, un simple gatito atigrado hace girar 180 grados los corazones y el mundo mismo. José Luis Rodríguez Gómez. Negreira.

Los adolescentes

En los últimos años debemos contemplar dos aspectos sociales de gran relevancia que influyen en los adolescentes, y normalmente para mal. Por un lado, la influencia de las redes sociales, y por otro lado la frecuencia de familias rotas.

Para algunos adolescentes, la posibilidad de contactar con sus amigos y estar conectados con ellos en todo momento y en cualquier sitio no solo es cómodo, sino necesario. Y esta necesidad creada solo en los últimos 15 años no deja de preocupar, porque lo que puede ser un canal de amistad es indudable que lo es también de pérdidas ingentes de tiempo y de riesgos evidentes de transmitir contenidos muchas veces dañinos.

Los jóvenes necesitan la amistad de sus padres. No es fácil y el problema surge sobre todo de la falta de dedicación, de tiempo y, a veces, de empatía. Si los padres se acercan a los hijos solo para exigir o regañar, no hay nada que hacer. Y claro, en el momento en que el matrimonio se rompe, se rompen muchas cosas importantes en la educación de los hijos. José Morales Martín. Palafruguell (Gerona).