Ingreso mínimo vital
O xoves pasado sucedeu no Congreso dos Deputados algo que había tempo que non pasaba. Aprobouse por case unanimidade (297 votos a favor, 52 abstencións e ningún voto en contra) a lei do chamado ingreso mínimo vital. E certo que existe xa en moitos países de dentro e fora da Unión Europea. No País Vasco téñena desde o ano 2009. E unha forma de combater a desigualdade social e que ninguén pase fame. Quen dixo pestes contra ela foi o grupo político VOX que lle chamaba a «paguita» e cualificaba como propia de países comunistas. Despois de anunciar que votaría en contra rematou absténdose. Demostrouse que cando queren poden entenderse os nosos representantes. Que non sexa a última vez. Rafael García. Cambre.
Habladurías quizá
Si temerario es confirmar sin más juicio que el de la opinión pública la culpabilidad o la inocencia de una persona, delictivo es hacerlo con la culpabilidad de un inocente y, arriesgado, con la inocencia de un culpable. A veces confirmamos con rotundidad: el egoísmo o la generosidad, la nobleza o la ruindad, que bien pudiera ser apariencia o malentendido nada más, juzgando valores que definen la bondad o la maldad de una persona sabiendo que se necesitaría de una vida entera para conocerla en profundidad. Pero basta un minuto de conversación para destruir su reputación. Bien es verdad que no es juicio el que acepta como prueba el chismorreo y tiene la diversión como interés, sino el que tiene como prueba la verdad y como interés la sociedad; el primero define la sencillez del cotilleo, el segundo, la grandeza de la justicia. Luis Cabaneiro. Lugo.
Ellos
«Ellos», son personas con nombres propios, víctimas del azote económico, que no pueden dejarnos indiferentes aunque pasen desapercibidos. Esta cruda realidad reclama respuestas más allá de la caridad. Los bancos de alimentos siguen asistiendo a decenas de personas. Si bien se trata de intervenciones de emergencia, el sistema ha pasado a ser parte del paisaje. La oferta alimentaria generalmente es inadecuada. Esta realidad de comedores sociales, albergues temporales, pabellones deportivos, bancos de alimentos, está generando una grave estigmatización social. La caridad es un mal parche. Si bien hay quienes desde la interpretación cristiana consideran su necesidad. Al final se convierte en un lastre; los desahuciados necesitan vivienda asequible, los enfermos, ser curados, los sin casa, un techo permanente. Pero no gracias a la piedad sino por derecho.
Quienes defienden la caridad incluso en una sociedad más justa son precisamente los que impiden que esa justicia se cumpla. «Me estoy muriendo en la calle». Son palabras que he escuchado en más de una ocasión a gentes con nombres y apellidos, con realidades propias. ¿Por qué las brillantes esperanzas de ciertas promesas electorales se han de convertir una vez más en amarga desilusión? El Gobierno local debería tomar nota; abordar esta situación y creando nuevos servicios de atención social, liderar un plan de choque con la apertura de un albergue puente, donde desplegar los recursos, con una intervención a largo plazo en los casos crónicos.
Ciertamente y desde la ideología, todas las posturas son igual de respetables, pero es a partir de la capacidad de vertebrar el discurso donde el político va a situar su fuerza de convicción. Es el político light, el que prospera en las sombras, al que le delata un exceso de cosmética, el que deja en entredicho una falta notoria de auto-respeto. Cuando la coherencia se pierde y las ideas se desvanecen, surge la demagogia, que es la antesala del fracaso. En los objetivos tiene que estar el de elevar la calidad de vida de quienes más lo necesitan, lo que se supone serían el ideal de todo político honesto. Luis Enrique Veiga. A Coruña.