¿Niños distintos o pandemias diferentes?

Jose Luis Fernández Trisac LUCHA CONTRA EL CORONAVIRUS

OPINIÓN

Pilar Canicoba

13 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En esta época que nos toca vivir, se aprecia una importante diferencia en cómo el coronavirus está afectando a la población infantil en comparación con los adultos. Muchas personas se preguntan: ¿Qué diferencias hay en los niños con respecto a otras etapas de la vida? Los pediatras sabemos que los niños y las niñas no son adultos en miniatura, de ahí que la medicina pediátrica sea la medicina del desarrollo y maduración de las diferentes etapas evolutivas hasta la llegada a la edad adulta.

Indudablemente, el sistema inmunitario de los pequeños es muy inmaduro en la etapa neonatal y del lactante, y aunque esto en principio debería ser una desventaja para afrontar la infección, la realidad es que la expresividad clínica de este coronavirus en esta población tan vulnerable, aunque con excepciones, está siendo poco relevante.

Aún hay muchas incógnitas, y diversas teorías tratan de explicar la menor afectación de los niños al enfrentarse al microorganismo. Algunos investigadores ven plausible que los niños habitualmente están expuestos en sus entornos escolares a otros coronavirus menos agresivos, que producen leves procesos catarrales, y desarrollarían anticuerpos que confieren reacciones de inmunidad cruzada y cierta protección frente a la infección actual. Otros dicen que el reconocer como una de las «llaves» que utiliza el SARS-Cov-2 a una proteína de superficie celular (llamada ECA2), y que al ser esta menos abundante en niños y jóvenes, el virus tendría menos capacidad de abrir puertas para su incursión intracelular.

En cualquier caso hay muchas cosas que hoy desconocemos, hay variables que no son edad dependientes, como la propia genética de cada individuo y el ambiente local, es decir su entorno individual. Podríamos decir que en esta pandemia en la que estamos inmersos, los niños en general, han tenido la suerte de no enfermar de forma grave ( aunque sabemos que hay excepciones). Este comportamiento de la covid-19 con los niños y niñas, es lo que la hace singular. Pero esto no siempre ha sido así, no en todas las pandemias soportadas por la humanidad los niños han gozado de cierta protección, así la peste negra a mediados del siglo XIV (1346-1353) fue desoladora para la población en general, se estima que España pasó de 6 a 2,5 millones de habitantes. La, mal llamada, gripe española de 1918 también tuvo una muy importante mortalidad infantil. A la vista de estas y otras pandemias que han generado los microorganismos a lo largo de la historia yo me hacía la siguiente reflexión: parece claro que, por supuesto a nivel mundial, no estábamos preparados para una situación de la exigencia de recursos sanitarios que está precisando la pandemia por SARS-CoV-2 en la lucha frente a la covid-19.

La reacción como sociedad evolucionada nos ha ido dotando de herramientas para combatir al enemigo actual, y parece que estamos ganando batalla a batalla (hasta hoy todas las pandemias tuvieron un final). Pero, mi pensamiento pediátrico me llevó a meditar sobre ¿qué ocurriría si en esta u otras pandemias futuras los niños fueran el colectivo más afectado? Teniendo en cuenta que nuestro país, según cifras publicadas por el INE, cuenta con 4862 camas de UCI para adultos (según datos de 2017), y que la estimación de camas de UCI de pediatría (excluyendo las neonatales) ronda las 300-350, de entrada partiríamos con mucha menor capacidad de atender a los pacientes graves. Trasladándolo a una población adulta de 40.170.266 personas en nuestro país, tenemos una cama de UCI para cada 8.262 personas, y los españoles menores de 14 años, 6.930.130, dispondrían de una cama para cada 20.000. A primera vista, ajustando por datos de población, parece que disponemos para los niños de menos de la mitad de los recursos que para los adultos, de entrada. Pero volviendo a la pregunta que inicia este artículo de opinión, si la pandemia fuera diferente y la población más afectada fuesen los niños y niñas la desventaja sería aún mayor.

Aprendamos de la experiencia, deseemos que pasen muchos años hasta la siguiente pandemia, pero estemos preparados por si otro microorganismo en el futuro contradice a la historia y se presenta relativamente pronto. Pensemos que los recursos para atención al niño grave están ajustados a procesos asistenciales comunes y bien establecidos, pero en absoluto serían suficientes para los efectos que provocaría una pandemia con especial afectación de los niños. La tecnología médica, respiradores, monitores, tienen unos precios muy elevados, quizá algo tenga que ver su relativamente baja demanda, pero muchas veces que pregunto: ¿cómo es posible que una incubadora cueste más de 20 veces el precio de un smartphone de alta gama, o un respirador 30 o 40 veces más? No entremos a valorar los recursos humanos, por que estos, sin duda, no tienen precio. Por tanto quizá tengamos que reflexionar sobre el costo establecido a muchos de los recursos materiales.

¿Y si la próxima pandemia es diferente? Reflexionemos sobre ello, aunque esta es solo una más, de las tareas pendientes, que nos dejará el covid.