Cambiar o no cambiar, he aquí la cuestión. Llevo días escuchando a gente sabia que asegura que no cambiamos, que no aprendemos y que el futuro que nos espera es demoledor. Y llevo los mismos días escuchando que el ser humano aprende rápido, se adapta, porque si no lo hace, todo se va al traste. Así que el mundo se divide ahora mismo entre estas dos teorías que nos estiran la cuerda por ambos extremos. Por eso cuando veo todo el movimiento que se ha generado alrededor de la muerte de George Floyd no puedo dejar de sentir que, aunque estemos moviéndonos unos milímetros en toda esta densidad de tinieblas, las fuerzas de siglos y siglos de abusos van a ir calando como el agua en la tierra, pum, pum, pum... Y gotita a gotita irá penetrando en la conciencia de todos los que aún no quieren implicarse en una realidad que les salpica. La gente blanca siempre cree que el racismo no existe, o cree que no existe donde ellos viven e incluso llegan a pensar (lo que es peor) que los negros exageran, que no es para tanto, que no hay esa tensión ni esa discriminación. Que eso solo pasa lejos, no en una ciudad pequeña, no en Galicia, no en la puerta de casa. Pero son infinitas las denuncias racistas que aseguran que los hombres blancos han despreciado, señalado y acobardadado a los negros en nuestra tierra. Y los negros no pararemos hasta cambiarlo. Gotita a gotita.