Crispación política

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa MI QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

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01 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

De momento, parecemos condenados a padecer una creciente crispación política en España que, por cierto, no nos llega en el mejor momento. Porque la crispación alimenta el desafecto, el odio, la falta de acuerdo y, al cabo, la convulsión popular. Por ello, parece obvio que no se debería propiciar el entusiasmo agitador y belicista de quienes se sitúan en los extremos y airean o fomentan toda clase de incompatibilidades y rencores. Como nos advirtió el gran Gandhi, «ojo por ojo, y el mundo acabará ciego».

La chulería política de unos y otros, sobre todo de los que ocupan los extremos, me trae a la memoria una reflexión certera del escritor ruso-americano Isaac Asimov, adelantado enunciador de las «tres leyes de la robótica», con las que intentó responder a la pregunta de qué podría pasar si los robots se rebelasen contra los humanos. Pues bien, fue él, Asimov, quien nos dijo que «la violencia es el último recurso del incompetente».

Cuando uno mira nuestro panorama político, tarda poco en desconcertarse, porque en seguida percibe las animadversiones personales, por encima de los propios enunciados políticos. Un mal rollo. «El miedo es el miedo a los ideales de los demás» y «la violencia crea más problemas de los que resuelve», decía el ya citado Gandhi, ese gran líder convencido de que «no hay camino para la paz, la paz es el camino». ¿Utiliza alguien hoy entre nosotros este lenguaje superior? Yo no alcanzo a oírlo y lo lamento.

Aquí casi todos estamos entre el rudo encono dialéctico y las ambiciones políticas personales. Un mal lugar para permanecer en él mucho tiempo. Porque, antes o después, asomarán las broncas fobias, los pulsos y, para decirlo claro, las peleas. Mejor sería que empezásemos a descargarlo todo de animadversiones y rencores. No vayamos a olvidar que España es un gran Estado, miembro de la Unión Europea, con una magnífica ciudadanía, bien preparada y formada, como nunca antes habíamos tenido.

¿Podemos malversar estos fondos? Sí. Pero no debiéramos de jugar con ello. Porque el buen camino es el de la paz y la defensa de los ideales de armonía, justicia y progreso.