Villar del Río se vistió con sus mejores galas y no reparó en gastos para recibir al amigo americano que venía a regar de millones el pueblo. Sumidos en la noche de piedra del franquismo, el alcalde y los vecinos soñaron un futuro venturoso. Al final solo llegó la frustración: la caravana de los americanos y su plan Marshall pasaron de largo, los lugareños retiraron pancartas y guirnaldas y, con cristiana resignación, se dispusieron a pagar a escote los dispendios efectuados. Se impuso la austeridad.
La amarga historia, magistralmente contada por García Berlanga en su Bienvenido, míster Marshall, se repone estos días de pandemia. Con ciertos cambios, en principio no sustanciales, en el guion. El amigo americano ha sido sustituido por el socio alemán, lo que obliga a modificar el título: Bienvenida, frau Merkel. El plan Marshall se mantiene e incluso aparece cuantificado en el bando del alcalde: no menos de 1,5 billones de euros para repartir entre las localidades más golpeadas por el virus. Pero la incógnita fundamental reside en el desenlace: ¿se mantendrá el de la versión original o el remake tendrá un final feliz?
Casi todos los vecinos apostamos por el cambio. El alcalde Sánchez, por supuesto. Pero también gente de orden, como Luis de Guindos, ex ministro del PP y hoy vicepresidente del BCE. O Luis Garicano, eurodiputado de Ciudadanos, liberal sin tacha. Otra cosa es que venga míster Marshall. Los antecedentes no incitan al optimismo. En el 2008, la canciller alemana no vino al pueblo. Envió a hombres de negro a imponer austeridad y bajada de salarios, sin más concesiones que los «rescates país» y la salvación de los bancos. Su aversión a mezclar deudas y saliva con los manirrotos y leprosos del sur tampoco esta vez augura nada bueno.
Pero hete aquí que, mientras esperamos la luz verde del semáforo de Berlín, un ilustre vecino de Villar del Río se desmarca de la mayoría y proclama a los cuatro vientos que no necesitamos al socio alemán. Que nos las apañamos solos. Que saldremos del hoyo con la vieja receta: subiendo impuestos y recortando gastos. El traidor, permítanme la licencia sin ánimo de injuriar, se llama Banco de España.
Me explico. Todos los gobiernos coinciden, al menos de momento, en la necesidad de aplicar estímulos fiscales para salir del hoyo. Los que tienen pasta, como Alemania, la gastan; los que no, se endeudan y ponen rogativas a frau Merkel. El debate gira sobre la forma y el alcance de los incentivos: la derecha pide menos impuestos, la izquierda más gasto social. Pero nadie, hasta ahora, había propuesto el antiestímulo: subida y recorte al unísono. Es decir, sepultemos la economía con las cuentas en regla para ser los más guapos y sanos del cementerio. Y digo yo, ¿por qué el Banco de España, tan listo él, no anticipó su receta hace un par de meses? Imagínense cuánto habríamos ahorrado en mascarillas, en ERTE o en rentas básicas. Y cuánto habríamos ingresado de no haber aplazado los impuestos o haberlos subido. Yo, ingenuo de mí, prefiero seguir con la pancarta: Bienvenida, frau Merkel.