Vivir mejor, trabajar mejor

Jesús Vega EXPERTO EN RECURSOS HUMANOS Y EMPRENDEDOR

OPINIÓN

17 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de la Primera Guerra Mundial, las mujeres se incorporaron de forma masiva al mercado laboral. Los hombres acudieron a luchar a los frentes y las ellas les sustituyeron en sus puestos de trabajo en fábricas, campos y tiendas. A partir de ese momento, ya sería imparable que las mujeres ocuparan el rol que hoy ocupan en la sociedad. El conflicto armado fue un desastre en casi todos los sentidos pero, como en cualquier otro evento humano, y la guerra lo es, se produjeron cambios que a la larga fueron muy positivos: desarrollos tecnológicos, sanitarios y, como en el caso del nuevo rol de la mujer, sociales.

La pandemia del coronavirus está siendo horrible. No hace falta mencionar el coste en vidas humanas y el tsunami económico que nos amenaza. Pero es el momento de buscar el brillo en la negritud y tratar de encontrar las oportunidades, las que nos pueden llevar a ser cada vez mejores. A pesar del dolor.

En muy poco tiempo millones de profesionales en todo el mundo han comenzado a teletrabajar. Lo que antes era una anécdota en la inmensa mayoría de las empresas, de repente se ha convertido en la única forma viable de prestar servicios. Las empresas habían mirado con desconfianza en el pasado la figura del teletrabajo. Una desconfianza basada en la creencia, que ahora se ha demostrado falsa, de que los profesionales, fuera de la «vista» de sus jefes, perderían lamentablemente su tiempo.

La realidad ha mostrado lo contrario. En términos generales casi todos los empleados, los autónomos y muchos funcionarios públicos han mostrado su profesionalidad. El teletrabajo, potenciado por la calidad de las redes y de la tecnología, se ha convertido en pocas semanas como una posibilidad válida para casi todo el mundo. y, lo que es mas importante, se ha convertido en un hábito. Y todos sabemos lo difícil que es adquirir un hábito. Pero también sabemos que, una vez adquirido, es aun más difícil perderlo. El teletrabajo no es una solución perfecta. Las casas no están preparadas para ser oficinas (ay, esos dolores de espalda por estar largas horas sentados en sillas que no son adecuadas para ello), a los profesionales les cuesta desconectar (antes las preocupaciones laborales se iban disolviendo en el camino de la oficina a nuestra casa), no contamos con la energía que nos proporcionan los colegas en los ámbitos físicos, dudas sobre la seguridad de los sistemas… Todo ello obligará a las organizaciones a gobernar con sentido común la nueva situación, sobre todo en lo que se refiere a la desconexión digital.

Pero las ventajas son también enormes. No perdemos el tiempo en desplazamientos al centro de trabajo, aumenta el grado de confianza (que alterará la organización de las empresas para ser menos jerárquicas y alterará de forma profunda la idea del liderazgo), las reuniones empiezan a tiempo y duran menos (en términos generales)... Pero fundamentalmente el teletrabajo implica un nuevo paradigma laboral: supone incrementar la libertad del profesional. Libertad para organizarse (tanto en su entorno personal como laboral) y relacionarse. La era de la empresa-ejército (burocrática y jerárquica) tiene sus días contados con el teletrabajo. Los profesionales seremos más libres y mas responsables.

Por tanto, ¿ha llegado el teletrabajo para quedarse? En un reciente estudio de Fujitsu 9 de cada 10 trabajadores han manifestado su deseo de que permanezca después de la pandemia. Tenemos una oportunidad de compensar las malas noticias con un nuevo modelo que nos va a permitir vivir mejor, trabajar mejor.