Un indicio exclusivista y autoritario

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

MARTINA MISER

15 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El día 5 de mayo publiqué en estas páginas una crónica titulada Alarma, cuestión de orgullo. La tesis era la siguiente: Sánchez quiere la prórroga del estado de alarma, Casado quiere que no dure más de 60 días y no reduzca derechos sociales, Núñez Feijoo propone una reforma de la Ley General de Salud Pública y este cronista se preguntaba qué trabajo le costaría a Sánchez reformar la ley que proponía Feijoo. «A mí me parece, concluía, que hay terreno, y bastante fácil, para el pacto. Pero hay también demasiado orgullo para hablar y no digamos para ceder».

Habían pasado nueve días de este escrito, el señor Sánchez habló vagamente de «reformas legales» y su número dos, Carmen Calvo, las concretó, asómbrense, en la Ley de la Salud Pública, que, según el presidente gallego, solo necesitaba unos retoques. Pero asómbrense más todavía: la señora Calvo no citó para nada la iniciativa de Feijoo, seguramente porque es del Partido Popular y un gobierno tan creativo como el de Sánchez no puede aceptar una idea de derechas porque ¿qué diría Pablo Iglesias y qué dirían todos lo que ven la encarnación del diablo en cualquier dirigente conservador?

¡Vade retro, Feijoo! Sea condenado al silencio, porque reconocer como válida una propuesta suya justo cuando va a convocar elecciones lo mismo es regalarle votos, vaya usted a saber. O algo peor: lo mismo es reconocer que en la oposición estatal hay ideas aprovechables, cuando la verdad de la coalición PSOE-Podemos es que ella es la depositaria de la razón superior. O algo mucho peor: lo mismo es contaminarse de una fuerza retrógrada, que no entiende la gravedad de la situación y quiere llevar a España por el camino del caos. Si Esquerra se cabrea por un acuerdo con Ciudadanos, ¿cuál sería el nivel de su irritación si se asume una proposición de un dirigente del PP?

Otra vez el orgullo que arruina tantos acuerdos. Otra vez la apropiación de sugerencias externas. Otra vez el entendimiento exclusivista y, por tanto, autoritario de la política. Y otra vez la expresión de una gran debilidad: se aceptan condiciones sonrojantes de algunas minorías, a veces en detrimento de algunos territorios para mantenerse en el gobierno, y se hacen oídos sordos a propuestas por las que no se pide nada a cambio y supondrían una importante rebaja de la tensión política. Pero con frecuencia asoman actitudes que hacen pensar que esa tensión le conviene al poder, aunque sea lo menos aconsejable para afrontar los delicados momentos que vive el país. Solo veo una forma de entender la apropiación de la idea de Feijoo: que ni Sánchez ni Calvo la conocían. Sería la señal definitiva de ensimismamiento o falta de sensores para saber lo que piensan los demás.