Después del periodo de confinamiento es previsible que la economía empiece a transitar, a lo largo de un tramo temporal de uno a dos años, ayudada con medidas de estimulo y de restricciones. Todo quedará supeditado al equilibrio imperfecto y subjetivo entre las decisiones sanitarias y las necesidades económicas. En este sentido, todos los estudios más sensatos sugieren que la recuperación económica y social será incierta y, sobre todo, vacilante; hasta que logremos alcanzar los antiguos niveles de producción y de ingresos existentes antes de la crisis del covid-19.
Dos cuestiones relevantes. De una parte, los empleos no serán como antes. Abundarán, en un primer término, los empleos temporales, al socaire de la incerteza a la hora de plasmar las estrategias empresariales. Y, en segundo lugar, se dependerá mucho de las decisiones gubernamentales, en la medida que serán diferentes y, además, asimétricas en el continente europeo y en el mundo en general. En consecuencia, viviremos en un mundo con una gran volatilidad a la hora de los impactos y de las oportunidades.
De otra parte, la globalización asistirá a un repliegue. Las cadenas de valor a escala mundial, que fueron creadas bajo el escenario de un mercado mundial sin barreras, se podrían convertir en herramientas frágiles Y lo pueden ser por dos razones. La primera, porque habrá barreras o rupturas de carga en lo referente a la circulación de bienes a través de medidas proteccionistas determinadas por algunos países. Y la segunda, porque las empresas se re-pensaran las dinámicas de deslocalización (aquellas que aprovechaban salarios más bajos, incentivos fiscales diferenciadores, distintas permisibilidades medioambientales, etcétera) para apostar, en la actualidad, hacia el reforzamiento de las economías de proximidad en lo que concierne a ciertas producciones de componentes y en el abastecimiento de determinadas materias primas.
Habrá, pues, una sociedad diferente. Se reforzará la producción de aquellos bienes que hemos considerado esenciales, para no tener que depender, en exclusiva, de las producciones de otros países. De ahí la tendencia hacia un proteccionismo más intenso y a la conformación de cadenas de suministros más autosuficientes para poder proteger los intereses y las defensas nacionales. Se modificarán los hábitos de consumo; esto es, los antiguos parámetros de consumo y comportamiento basados en aquellas condiciones de lo posible, de lo necesario y de lo accesible; se van a modificar y alterar. Vamos a resetear varias formas de consumo y a disponer de nuevas condiciones estructurales. Ello nos inclinará hacia la re-definición de los productos consumibles; sobre qué bienes pueden garantizarnos nuestro bienestar y sobre cuáles serán los servicios sociales esenciales. Asistiremos, asimismo, a una nueva definición de la sociedad de la resiliencia. Vamos a descubrir nuevas formas de trabajar, de convivir y de valernos por nosotros mismos, a fin de hacer frente a la adversidad y a los nuevos obstáculos perturbadores.
De esta manera, es evidente que las reivindicaciones a favor de una mayor protección de la tierra, del aire y del agua se van a incrementar, para no ser prisioneros del futuro o de un posible cortocircuito que restrinja o que limite el normal funcionamiento, o que nos haga padecer en demasía y sin visos de una resolución inmediata.
Frente a este análisis prospectivo, resulta preciso y necesario movilizar a la sociedad civil para abordar tanto los nuevos retos como las siguientes crisis de esta nueva era. Se imponen tres acciones: la multiplicación del espacio público para poder conectar; redefinir los problemas sociales, para poder abordarlos; y un mayor compromiso de los gobiernos en referencia a la aplicación de normas que nos permitan asegurar modelos de vida más sostenibles, equitativos y colaborativos.
En resumen, el covid-19 puso de relieve la fragilidad de nuestra sociedad, al dejarnos el shock económico más intenso y de mayor impacto desde la Gran Depresión. Además, está limitando los ámbitos de la globalización. Por tanto, no cometamos los mismos errores que en las últimas crisis y recesiones. En algo los humanos tenemos que haber aprendido de las lecciones de historia.