Tecnología frente a la incertidumbre

Humberto Armando Teijeiro Jiménez FIRMA INVITADA

OPINIÓN

08 may 2020 . Actualizado a las 10:00 h.

El covid-19 supondrá un cambio sustancial en nuestras vidas. Esta crisis ha servido para sacar lo mejor de nosotros mismos, pero también ha puesto de manifiesto algunas de las debilidades de nuestro sistema económico-productivo y, en particular, su bajo nivel de digitalización. Las limitaciones a la movilidad han supuesto para muchas empresas la necesidad de adaptar su operativa a esta nueva realidad. Su incapacidad, por su falta de adaptación, se ha traducido en decisiones indeseables: despidos, paralización de operaciones e importantes caídas en el nivel de actividad, cuyas consecuencias, en el medio y largo plazo, se perciben inciertas. Pero, ¿habrían afrontado mejor esta crisis si estuvieran dotadas de las herramientas tecnológicas adecuadas?

La respuesta es afirmativa. ¿Cuántos contratos se han dejado de suscribir estos días porque necesitaban de interacción presencial o de diversos intermediarios (notarios, fiadores, entidades bancarias…)? ¿Cuántas empresas no están aún preparadas para operar en el comercio online de manera eficaz y conseguir así mantener parte de sus ventas? Muchas organizaciones se encuentran ancladas en paradigmas tradicionales sin haber explotado la potencialidad de las nuevas tecnologías y, en particular, de la contratación a distancia. A pesar de que mecanismos como la firma digital llevan ya varios años entre nosotros, su uso sigue siendo limitado a nivel corporativo, de modo que grandes transacciones se siguen desarrollado a través de procesos tradicionales, ya sea por inercias internas o externas.

Momentos como el presente exigen ir más allá y, en particular, centrar nuestra atención en los smartcontracts y en la tecnología de registros distribuidos (DLT, a menudo incorrectamente identificada únicamente con el blockchain) que les sirve de base. Estos «contratos inteligentes» son acuerdos autoejecutables en los que todas o alguna de sus cláusulas se formalizan mediante codificación informática, de modo que, una vez suscritos, si tienen lugar los eventos previamente programados (por ejemplo, llegada de la mercancía a puerto), las consecuencias asignadas a cada uno de aquellos eventos (como el pago del precio), se ejecutarán automáticamente, sin necesidad de una nueva intervención humana. Los contratos así formados gozan de las características de inmutabilidad e irreversibilidad que les imprime el hecho de operar a través de redes DLT. Explorar su potencial permitiría a las empresas conseguir un ahorro en costes, agilizar y automatizar procesos de contracción en masa, una mayor trazabilidad de las operaciones, así como reducir el número de intermediarios. El valor de todos estos aspectos se pone de manifiesto, con toda virulencia, en situaciones de crisis.

Para que nuestro sector empresarial integre en sus procesos esta tecnología es necesario contar también con un decidido apoyo institucional que contribuya a la generación de las estructuras necesarias para extender su empleo (véase la reciente salida de BSN, la red de servicios china basada en blockchain para su uso comercial); igualmente en el ámbito normativo, dotando a estas nuevas formas de contratación de un marco regulador que les proporcione seguridad en el tráfico jurídico y económico.

Se avecinan tiempos en los que el uso de estas tecnologías planteará nuevos retos jurídicos: la regulación de las criptodivisas, la tokenización de activos, la protección de datos y la privacidad, y un largo etcétera, en los que el sector del LegalTech tiene mucho que aportar. Como suele suceder, el derecho va un paso por detrás de la sociedad y sus avances. Sin embargo, afirmaciones como esta suelen olvidar un componente relevante: el papel de los abogados y demás profesionales del mundo del derecho. Nuestra labor exige, ahora más que nunca, ofrecer a nuestros clientes soluciones sostenibles y de futuro, al tiempo que se postula la construcción de un marco legislativo adecuado que permita desarrollar todo el potencial de estas nuevas tecnologías, siempre con las máximas garantías, como también reclaman los momentos de incertidumbre.