Decía el presidente Feijoo en una intervención en streaming hace unos días que ante el panorama que se nos viene encima había que incidir mucho en la calidad de los servicios que presta Galicia. Se refería sobre todo al turismo, pero en su discurso lo extendía a la sociedad en general. Y hablaba de una marca o sello de calidad, estricta, firme, segura, cuya sola presencia convenciera al potencial visitante de que se encuentra en territorio amigo.
Crear otra marca más (y van…) tiene sus problemas. Arrancar de cero con el escaso tiempo de que se dispone constituye un tremendo riesgo. Parece lógico aprovechar algo ya existente y más o menos conocido, darle una vuelta y lanzar una campaña de promoción y difusión.
Esa marca, en el mundo del turismo y la alimentación, es Galicia Calidade. Porque si no hace falta ahora, ¿cuándo lo hará? Cierto que hay que ayudar a los establecimientos que ya están bajo ese paraguas a reunir los nuevos parámetros de calidad, si es que no los tienen. Cierto también que habría que establecer dos categorías -no podemos llenar el país de establecimientos de Galicia Calidade-. Pero parece la vía más rápida y fiable. Lo otro es adentrarse en el bosque sin saber si tendremos tiempo de salir de él. Reconsidérelo, presidente.