¿Cómo debe ser la desescalada en la economía a partir de hoy?

La desescalada asimética que ha diseñado el Gobierno de Madrid ha puesto en jaque a sectores importantes de la actividad económica. Hostelería que no puede abrir, prestaciones que no se reciben, impuestos que hay que seguir pagando aunque el negocio esté con la reja bajada, y así un largo etcétera de decisiones económicas que no han sido consensuadas con las comunidades autónomas, la patronal y los sindicatos, según han denunciado. Dos profesores de la Universidad de Santiago y la de Vigo exponen en este debate su punto de vista sobre lo que debiera de ser este despertar económico.

Xosé H. Vázquez,, catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Vigo, y Emilia Vázquez Rozas, profesora titular de Econometría de la Universidad de Santiago, analizan cómo debe de ser la desescalada económica a partir de hoy. Dos puntos de vista diferentes para una realidad única. Porque la emergencia sanitaria y las decisiones políticas del Ejecutivo sitúan al borde del abismo a una economía que podría registrar un descenso del PIB del 9,2 % y situar la tasa de paro en cifras próximas al 20 %.


Una desescalada rápida, pactada y con toda la información

Han transcurrido dos meses desde que se iniciara el confinamiento, y dado que, aunque lentamente, va remitiendo la grave crisis sanitaria, llega el momento de que nos vayamos incorporando a nuestras actividades habituales. No puedo dejar de criticar la forma en la que el Gobierno toma y anuncia sus decisiones, pues aún estando en un estado de emergencia debería recordar que este es un Estado democrático, en el que nuestros representantes, los de todos y todas, deben tomar parte de las resoluciones, y que debería contar además con la participación de los agentes sociales y sectoriales.

La forma en que se planteó el confinamiento en España difiere en una cuestión fundamental de los países de nuestro entorno: la libertad individual. Por ejemplo, en Portugal, Suecia o Alemania, el confinamiento en ningún momento recuerda a una situación cercana a un arresto domiciliario, sino que siempre se garantiza la libertad de movimientos de la población. El Ejecutivo español nos ha tratado, y nos trata, como ciudadanos poco responsables a los que hay que mantener en sus casas, atemorizados y atentos a informaciones poco transparentes y plurales.

El martes pasado los medios de comunicación anunciaron un plan del Gobierno para la «desescalada». Plantearé algunas consideraciones al respecto.

Siendo un factor determinante la situación sanitaria en cada área, la vuelta a una relativa normalidad no debería programarse de la misma forma para todos los territorios, sino que debería diferenciarse entre las zonas urbanas y rurales, incluso dentro del mismo municipio, y contar con las estrechas relaciones de poblaciones limítrofes. En Galicia hay un gran número de municipios sin incidencia de la epidemia, y aún así sus habitantes se han visto obligados a sufrir la misma situación que los vecinos de la Gran Vía madrileña. El Gobierno debe explicar por qué limita los movimientos de la población a la provincia, cuando son las comunidades autónomas las que mejor conocen la situación de su territorio. ¿Es que acaso quiere mantener sine die este poder único centralizado?

Es necesario retomar de la forma más amplia posible la actividad de nuestra economía, pues es preciso minimizar la enorme caída de ingresos ya sufrida por los hogares, que de seguir así llevará a nuestro país a unos niveles de pobreza nunca imaginados.

No puedo entender cómo no están ya abiertos hace tiempo los concesionarios y talleres, los centros de bricolaje y ferreterías, o los viveros y centros de jardinería, así como los mercados al aire libre de productos agrícolas. Este tipo de negocios podrían haber aliviado la situación de confinamiento, tendríamos el parque móvil en condiciones y nuestros agricultores no se verían con problemas para dar salida a sus productos (¿no era una actividad necesaria?)

Ya que el covid-19 no desaparecerá en mucho tiempo y hay que aprender a convivir con él, debería permitirse desde hoy la apertura de todos los establecimientos comerciales, debiendo haber ofrecido con suficiente antelación a los empresarios y autónomos, así como a los consumidores, los protocolos que tienen que seguir para el desarrollo de sus actividades.

En cuanto al sector turístico la problemática es grave. La mayor parte de cafeterías y restaurantes seguramente verán inviable una apertura a un tercio o la mitad de su capacidad, manteniendo al mismo tiempo el empleo. En cuanto a los alojamientos hoteleros tendrían una oportunidad de supervivencia mayor si la apertura coincide con la libertad de movimientos, al menos, dentro de cada comunidad autónoma. En todo caso, será el turismo interior el que dará algo de vida este verano a esta actividad, tan dependiente del viajero internacional.

Otros sectores, como el cultural, ya han perdido mucho en estas semanas, y necesitarán, como el resto, de apoyo por parte de las instituciones y de nuestra participación.

Autor Emilia Vázquez Rozas Profesora titular de Econometría (USC)

Claves dun futuro imperfecto

Agárdannos tempos difíciles, pero a intensidade e duración dos obstáculos dependen de como abordemos unha forte recesión no medio dunha pandemia persistente que infectará a boa parte da poboación. Hai, cando menos, catro aspectos a valorar:

Un: mercado e protección social son máis complementarios ca nunca. Non é ideoloxía. Só a inxenuidade nos levaría a ignorar os incentivos dos cidadáns a agochar a enfermidade cando as facturas se acumulan e os ingresos escasean. Os tests e as corentenas non serán útiles se enviamos á casa sen compensación ás persoas infectadas. Alén disto, a protección transcende o diñeiro: son necesarios protocolos empresariais que xeren espazos de confianza con certificacións «libres de covid». Necesítano os traballadores, pero tamén os provedores e clientes se esperamos que a actividade se recupere sen sobresaltos.

Dous: sen saúde non hai economía, pero é moi difícil saír rápido do pozo no que estamos sen as tecnoloxías que abordan a trazabilidade dos contaxios, e das que tanto se desconfía. Alén das críticas semiluditas nun contexto no que damos permisos indiscriminados nos nosos teléfonos, impresiona a desconfianza nunha democracia parlamentaria que dispón de mecanismos de control para garantir unha utilización temporal e sensata dos datos. Se nuns meses sufrimos unha segunda recaída que agudice a crise económica, a ira resultante minará a credibilidade das institucións e favorecerá o populismo. Entón as tecnoloxías si serán unha ameaza.

Tres: na volta ao traballo precisamos certa gradación sectorial, asimetría rexional e, sobre todo, escenarios nítidos. Que un club de fútbol acolla 30.000 persoas nun estadio parece máis alarmante que encher 1.000 salóns de peiteado con 30 persoas cada unha. Máis aínda se isto ten lugar en cidades especialmente atacadas polo virus. Porén, o esencial para as empresas é reducir a incerteza dos ingresos e a certeza dos gastos. Necesitamos horizontes temporais para planificar, ou doutro xeito a liquidez do BCE converterase nun brinde ao sol.

Catro: a presión da pandemia require visión periférica, porque cando enfraqueza aínda haberá que abordar a dinámica da revolución tecnolóxica e do cambio climático. A traxedia pode ser así unha oportunidade, porque cando por fin aceptamos que os riscos son reais é máis doado cambiar. Urxe entón impulsar cambios regulamentarios que leven o goberno corporativo cara á consideración de intereses diversos que aliñen a creación de valor cun modelo de negocio sostible e inclusivo.

Autor Xosé H. Vázquez Catedrático de Organización de Empresas.- ECOBAS UVigo
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