El metro de las elecciones

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

22 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La Mona Lisa se ha quedado sola. Nadie la visita. Su enigmática sonrisa es recuerdo y su mirada se pierde en la sala vacía. Como en las guerras, el arte sufre y los artistas viven del aire. Nunca le dimos tanta importancia al ejercicio de respirar. El virus ataca nuestro primer instinto, inspirar y espirar. Es lo primero que aprendes cuando vienes al mundo. Lo demás ya parece secundario. Mientras el bicho aceche detrás de los cristales, los artificios de nuestra existencia pasan desapercibidos. El peligro sigue ahí fuera, detrás del árbol en flor, a la luz de los rayos del sol, bajo el clarear de la luna, en la sombra del campanario de la iglesia o en un inocente balancín del parque infantil. Es una broma del destino que ha dejado a la humanidad desnuda. Nos pasó un poco como al gigante hijo de la Tierra y del Tártaro, que quiso escalar el cielo acumulando montañas y fue aniquilado por Júpiter. Un abismo se abrió ante nuestros pasos. Se ha soltado una bestia hostil e invisible y nuestra fragilidad quedó al descubierto. Con el coronavirus se acabaron las banalidades. Nos abre los ojos y nos muestra el precio real y el valor de las cosas, y de la gente que nos salva la vida y nos da el sustento. Nos ha tirado de la torre virtual y vamos arrastrando los pies en busca de un futuro con garantías, pero el futuro es especulación y no es un lugar seguro. De hecho, todas las pitonisas están muertas, escribió Sartre. Este enemigo no se puede matar a cañonazos y nos ha venido a demostrar que sufríamos una fuerte inflación de política. Mientras la gente no puede enterrar bien a sus muertos, ellos miden cada paso con el metro de las elecciones. El ciudadano es su medio. Ha dejado de ser el fin.