Abuela. Si pudieras leer estos días el periódico -o ver las noticias en televisión, porque las gafas no hacen milagros- no darías crédito. Acabarías moviendo la cabeza, de lado a lado, y afirmando en un susurro: «Isto é a fin do mundo». Y tendrías razón.
Aunque ahora no te des cuenta, estamos bien. Así que tranquila. Estoy segura de que cuando te inquietas, y te mueves nerviosa, como si intentases decir algo, es porque sigues preocupada por nosotros. ¡Y como somos tantos! Pero todo marcha razonablemente bien y los primos ya estamos pensando en cómo reunirnos en Feá cuando todo esto acabe, aunque se nos vaya a complicar lo de mantener la distancia de seguridad.
Lo cierto es que nos preocupas más tú, porque son muchos años ya, aunque las tías te tienen protegida como si estuvieras en una fortaleza. Es difícil que alguien cuide mejor. Aprendieron bien.
Les hemos tenido que explicar a los más pequeños que el virus lo va a tener muy difícil para acercarse a la abuela bis. Saben que los mayores son los más frágiles y se preocupan. No están yendo a clase pero te aseguro que están aprendiendo otras lecciones.
Te partiría el corazón saber que hay otros abuelos que se están muriendo solos. Otros que, como tú, se pasaron la vida pensando en los demás. El coronavirus (que habrías bautizado con otro nombre, seguro) les está quitando, además del aliento, la dignidad de la despedida. Y no se lo merecen.
Me hubiera gustado saber qué piensas de todo esto pero, ¿sabes qué?, casi prefiero que no te hayas enterado.