Arquitectura y urbanismo en tiempos de crisis

Xosé Ramiro Sánchez Carro ARQUITECTO GALLEGO AFINCADO EN ALEMANIA

OPINIÓN

Dibujo de la terraza de una Inmueble-Villa, del arquitecto suizo Le Corbusier en 1922
Dibujo de la terraza de una Inmueble-Villa, del arquitecto suizo Le Corbusier en 1922

12 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que estamos en casa más que nunca, más incluso que cuando un temporal llega a nuestras costas y nos obliga a resguardarnos, es cuando más desearíamos tener un jardín, un balcón, una terraza, poder ver un trozo de cielo, la cima de un monte a lo lejos, las olas del mar, que las copas de los árboles llenaran nuestra vista, tener un parque frente a la ventana o que el sol pudiera iluminar bien nuestro salón.

En esta situación excepcional la arquitectura y el urbanismo cobran una importancia inusitada. Y no es que la arquitectura no sea importante todos los días. Lo es. Lo que ocurre es que estos déficits se sienten más que nunca en esta situación de confinamiento.

Escribo estas líneas en el salón de mi casa, en una villa del sur de Alemania, donde vivo con mi familia desde hace ocho años. Aquí se mezclan viviendas unifamiliares con viviendas en hilera, casas para cuatro o cinco familias y algunos (pocos) bloques grandes de viviendas para veinte o treinta familias.

Lo que más llama la atención a un ciudadano del sur de Europa es la baja densidad de viviendas, la separación y jardines entre las casas, la abundancia de zonas verdes o que prácticamente en cada casa haya una buena terraza. En esta terraza tenemos plantas y una pequeña mesa. Aquí charlamos, comemos si hace sol, hacemos manualidades, leemos el periódico o tomamos un café. Podemos ver la iglesia y los árboles de un parque próximo.

En las ciudades la situación se complica, pero aún así Friburgo, la capital más próxima, es una ciudad muy verde y donde las edificaciones normalmente no tienen más de cinco o seis plantas.

Esta situación es heredera del Movimiento Moderno, surgido en Europa tras la Revolución Industrial. En Inglaterra el Movimiento Higienista buscaba mejorar las condiciones de habitabilidad y salubridad de las ciudades a través de la instalación de redes de alcantarillado y abastecimiento de agua potable, así como la definición de unos estándares urbanísticos que evitasen el hacinamiento y garantizasen un mínimo de ventilación y soleamiento de las calles. De este modo el urbanismo se convertía en una herramienta para controlar epidemias. El Movimiento Moderno tomó el Higienismo y las experiencias de las ciudades jardín como uno de sus principios y eso dio lugar al urbanismo actual, principalmente en centro y norte de Europa.

No puedo afirmar que el urbanismo sea un factor determinante en la propagación de la epidemia, aunque en las ciudades italianas y españolas la población esté más concentrada que en las del norte de Europa. Pero estoy convencido de que esta crisis sanitaria cambiará entre otras cosas la arquitectura y el urbanismo. Las ciudades del sur de Europa deben converger hacia un modelo sostenible que a la vez permita reducir su densidad de población, necesitan esponjarse, dejar fluir el verde, el sol, el aire fresco en su interior. No solo porque una crisis como esta pueda volver a producirse, sino porque es necesario para todos, especialmente para aquellas personas dependientes (ojo a la pirámide de población española), que pasan la mayor parte del tiempo en su casa o que no pueden dar un paseo de más de unos cuantos metros. Por un urbanismo sostenible, por una ciudad verde y más verde.